martes, 3 de febrero de 2015

UCRANIA: DESENTENDERSE O ACTUAR, EL DILEMA DE LA ALIANZA ATLÁNTICA.


Recientemente tres instituciones de reconocido prestigio en Estados Unidos han publicado conjuntamente un informe de ocho altos funcionarios civiles y militares de pasadas administraciones con el sugestivo nombre de “Preserving Ukraine´s Independence, resisting Russian Aggression: What the US and NATO must do”.

Las conclusiones del informe básicamente son tres:

A)  La Alianza Atlántica debe preservar la estabilidad y las fronteras en Europa y en consecuencia debe dar un paso más allá en el soporte al gobierno de Kiev.

B)   Lo que se está produciendo en Ucrania es una intervención militar directa de Rusia contra un país soberano y sobre el que existen unos compromisos multilaterales de preservar. La Asociación de madres de soldados rusos habla de quince mil efectivos rusos dentro del país.

C) Debe implementarse un paquete de ayuda militar directa a Ucrania para dotarle de recursos defensivos y logísticos que le permitan hacer frente a la agresión rusa.

La puesta en práctica de este tipo de resoluciones, son decisiones que ningún presidente quisiera tomar, ya que sin duda constituyen un paso cualitativo muy importante en la escalada del conflicto y con consecuencias muy notables sobre el escenario de seguridad en Europa. Se trata de la misma situación ya vivida en numerosas ocasiones durante la guerra fría, de disuasión a través de la combinación de acción militar controlada con el uso de la amenaza de la guerra total nuclear. En mi opinión, la verdadera cuestión es saber si estamos realmente ante una nueva guerra fría con Rusia o si más bien se trata de una cuestión local o puntual y de manera que podamos buscar oportunidades para seguir confiando en el gobierno de Putin.


 Si el escenario es el primero, se habrá producido el mayor cambio geoestratégico en el mundo desde la caída del muro de Berlín y nos devolverá a un mundo de enfrentamiento y de bloques de efectos impredecibles. Si aceptamos el segundo punto de vista y consideramos que Putin sigue siendo socio de fiar y que en Ucrania lo que se ha producido es un enfrentamiento entre dos comunidades con orientaciones culturales, sociales y religiosas muy diferentes al que se ha pretendido sumar Rusia como garante de la minoría prorrusa, pero sin mayor ambición política; entonces una reacción exagerada por parte occidental podría provocar un grave deterioro del conflicto y alimentaría la adopción de nuevas y más radicales acciones desde Rusia.

El informe establece que no actuar en el caso de Ucrania de una forma más activa y mantener el régimen de sanciones económicas lanzaría un mensaje de debilidad ante un país que sin duda está en una escalada política y militar que va más allá de la cuestión ucraniana.

En este punto no podemos negar que el uso de la energía como arma en Europa, no es nuevo por parte de Putin. El incremento brutal del presupuesto militar en los últimos años, la renovación y ampliación de misiles nucleares, la adquisición de nuevos aviones y buques de combate; la concentración de fuerzas en las fronteras occidentales y de las fuerzas navales en el Mediterráneo y en el Atlántico norte y las casi 150 incursiones militares aéreas en espacio europeo occidental en 2014 no pueden obedecer sólo a la cuestión ucraniana. Los movimientos militares y de capacidades denotan un regreso al escenario de comienzos de los setenta. Las alianzas políticas impulsadas como el acercamiento económico y energético a China; la invitación al presidente de Corea del Norte al setenta aniversario en Moscú del final de la guerra mundial, lo que implicará la ausencia de todos los líderes europeos, y los lazos con países como Venezuela e Irán, aventuran un nuevo bloque político militar de una gran fortaleza y claramente hostil al sistema democrático y liberal occidental, y azuzado por la corriente nacionalista de base religiosa que conduce a alianzas o acercamientos a países como Grecia y Serbia, incluso dentro de las fronteras de Europa.

El informe sugiere una ayuda militar directa que sería de 3.000 millones de dólares, incluyendo material militar muy significativo como radares antimorteros y de localización de baterías; drones, contramedidas electrónicas, comunicaciones seguras, vehículos blindados Humvees y equipamiento médico y logístico. No parecería que este equipo tuviera ningún carácter agresivo, pero sería decisivo para terminar con las guerrillas prorrusas localizando sus puntos de fuego de artillería antiaérea y terrestre.  El resto del trabajo sería fácilmente concluido por la aviación ucraniana que hace meses que no vuela en el este de Ucrania y los batallones acorazados

Pero ¿Qué reacción deberíamos esperar a una medida de este tipo por parte de Rusia?. ¿Se va a quedar de brazos cruzados? Si Rusia interviene de una forma abierta con una ocupación militar de la zona oriental de Ucrania, creando una república independiente, no tardaría ni una semana en consolidar una posición militar que supusiera la división militar del país, mientras que los occidentales discuten sobre la operación de ayuda y sus límites. Una ayuda militar directa de Estados Unidos y Europa sería visto como una agresión militar directa que además rompería el consenso dentro de la alianza y la Unión Europea.

Pero a dónde nos conduce no hacer nada y dejar que el país se desangre hasta que la ofensiva de los rusos culmine la ocupación de sus territorios y del corredor sur que permita enlazar de forma directa a Rusia con los moldavos rusos. ¿Qué mensaje recibirían otros aliados que se sienten amenazados por las iniciativas políticas y militares rusas? ¿ Se conformará Rusia con tener una Ucrania occidental enemiga y con lazos fortalecidos con Occidente a cambio de anexionarse dos pobres regiones ucranianas?

En mi opinión éste es el peor escenario para Rusia. Colmar algunas aspiraciones prorrusas en el este de Ucrania, sin apenas valor estratégico una vez culminada la invasión de Crimea, para encontrarse con una Ucrania occidental que sería miembro de la alianza atlántica y que ya estaría con las manos libres para ser equipada militarmente por Occidente, puede suponer una gran regresión estratégica rusa en Europa y no la salvaría de las sanciones económicas.

Las sanciones económicas a Rusia quizás no estén produciendo los efectos perseguidos, pero con semejantes reservas, todavía tiene un gran colchón, pero la persistencia de las sanciones puede llevar a Rusia a una profunda recesión en los próximos años, lo que sin duda pondría en cuestión al régimen de Putin en un país que disfruta del capitalismo como ningún otro.

Si el régimen ucraniano está dispuesto a provocar una guerra civil a gran escala para mantener su unidad, deberá pensar como luego va a manejar un país con semejante fractura. La opción de una autonomía de las regiones orientales se esfumó con los primeros miles de muertos. Pretender que las cosas pueden volver al estado anterior es una quimera.

En mi opinión la convocatoria de un referéndum en las dos regiones de Donetsk y Luganks admitido por la comunidad internacional y bajo supervisión, permitiría limitar territorialmente el conflicto y le dejaría las manos libres a Ucrania para su integración en la alianza atlántica y reforzar sus capacidades. Putin podría vender su victoria ante su pueblo, pero sabría que en fondo habría cedido a algo que hasta fechas bien recientes era una línea roja; acercar la OTAN a las fronteras de Rusia y nada menos que en Ucrania. Este es el precio que tiene que pagar por tener a los rusos de Ucrania satisfechos con su independencia o anexión a Rusia. Si con esta acción otras comunidades rusas en el Báltico o en el sur creen encontrar una vía a sus aspiraciones para regresar a la casa Rusia, deben saber que con el reforzamiento de los regímenes y la economía de estos países, no podrá ni siquiera iniciarse un movimiento de este tipo. Es importante que Occidente aprenda de los errores cometidos en el Euromaidan para evitar que la situación pueda deteriorarse en otros estados occidentales.

Si Rusia se negase a un referéndum bajo estas condiciones, dejaría a los prorrusos en una condiciones de indefensión que no tienen otra aspiración que preservar su identidad y que poco le importa lo que haga el gobierno de Kiev. El levantamiento de las sanciones ligado a la normalidad energética podrían ser consecuencias ulteriores y con beneficios para todas las partes.

Si Rusia quiere de verdad abocarse a un escenario de confrontación global, se negará a un acuerdo de esta naturaleza, y entonces dejará a la OTAN en la necesidad de actuar para disuadir a Rusia de nuevas acciones militares en Europa, lo que supondría reactivar viejos planes de defensa antimisiles, el incremento de las sanciones que ahogarían la economía rusa y el aislamiento de Rusia de las grandes decisiones económicas internacionales. Rusia no está en condiciones de aguantarle un pulso a la OTAN salvo que consiguiera un objetivo estratégico y ambicionado desde 1945: fraccionar Europa, infiltrarse a través de los movimientos populistas de izquierdas en las instituciones europeas, terminar con el consenso europeo y trasladar la tensión hacia dentro de la Alianza Atlántica. Este escenario es precisamente el que Estados Unidos y Europa deben evitar de una forma muy activa. Esta es la principal debilidad occidental ante los diferentes escenarios y donde debemos ser beligerantes para asegurar la estabilidad en los valores occidentales en todos los países de este lado del nuevo telón de acero. Hacer concesiones a movimientos comunistas y filorrusos que no se dieron a los gobiernos conservadores o socialdemócratas, como está en discusión en Grecia, sería un pésimo mensaje para mantener la unidad requerida en la Unión Europea.


Rusia debe percatarse que el lenguaje está en crescendo y que Obama acaba de anunciar un incremento del presupuesto militar para 2016, precisamente ante este nuevo escenario; si ya se comienza a hablar de ayuda militar es porque alguien está preparando el paquete de asistencia, y en este caso Rusia sigue siendo la parte más débil de la cadena por muchos aspavientos y amenazas que haga, y es la principal interesada en superar este conflicto y regresar a la estabilidad.

1 comentario:

José Mª Pérez Gómez dijo...

Interesante análisis y muy oportunas tus fundadas reflexiones sobre esta materia que, a mi me parece que, al menos aparentemente, se está minusvalorando por las autoridades. En cualquier caso, también es necesario poner en relación este escenario con el que, de manera simultanea sea está dando en el norte de África y en Oriente Medio, donde Occidente se ve obligado a realizar un esfuerzo de contención frente al islamismo radical. Europa se puede llegar a encontrar con dos frentes abiertos coincidiendo con un momento de decadencia económica y demografica muy importantes.