sábado, 30 de abril de 2016

VENEZUELA: LA SIRIA DEL CARIBE


 Desde el año 2003 han muerto de forma violenta en Venezuela 243.000 personas y mas de 570.000 fueros heridas por arma de fuego; sólo en 2015 murieron casi 26.000 personas de firma violenta, unas 70 diarias. En Siria desde que comenzó la guerra civil han muerto unos 250.000 militares y civiles y en Irak murieron de forma violenta en plena guerra contra el Estado Islámico unas veinte mil personas en 2015, menos que en Venezuela. El país se desangra y la vida vale menos que un plato de lentejas.

Entre Venezuela y Siria  coinciden muchos elementos. Un poder que se aferra al uso de la violencia contra su pueblo apoyado en una minoría bien adoctrinada y dispuesta a morir matando. Un gobierno basado en la corrupción y en la manipulación de la ley a su antojo. Un país hundido en la miseria, característica bastante común a los regímenes marxicorruptos, (es una evidencia histórica que ningún régimen marxista en la historia de la humanidad ha tenido unas bases y objetivos diferentes que la corrupción y el autoritarismo para asegurar el monopolio del poder y de los privilegios) a base de esquilmar la riqueza del país para ser repartida no entre los que lo necesitan sino entre los que detentan algún tipo de poder político, administrativo o económico. Cada vez que alguien me habla de acabar con las desigualdades me echo a temblar, esperando al igualador que se quedará con mi esfuerzo y mi cartera.


También debe destacarse, como ocurrió en Siria durante los primeros años del conflicto, la indiferencia de la mayoría de los países democráticos ante la inevitable guerra civil a la que se encamina Venezuela. Si han sido años de estabilidad y de paz los anteriores con esas cifras de muertos, no quiero ni imaginar los cientos de miles de víctimas que podría acarrear un conflicto civil armado.

Pero en Venezuela sí hubo unas elecciones democráticas que otorgaron una clara mayoría a la oposición que ahora se ve amenazada en las calles y en sus casas; sus líderes secuestrados por el aparato gubernamental; sus resoluciones derogadas por un tribunal nombrado por Maduro, un matón de cocheras que ya ha dejado claro que no va a ceder ni a la fuerza de los votos ni a la ley. El mandato del pueblo venezolano no se puede ejercitar por el empleo de la violencia del régimen, esa es la auténtica realidad.

Venezuela es un país inmensamente rico donde hace años no hay pañales en las tiendas, ni leche en los supermercados, ni compresas, ni preservativos; ahora no hay ni luz y apenas el agua resulta potable. El sistema de salud de Venezuela está colapsado sin medicamentos y sin los más elementales criterios de higiene. La miseria está desparramada por todo el país, y aquéllos que encumbraron a Chávez para que les sacara de la miseria, ven como ahora la nueva casta dirigente tiene sus aviones privados listos para despegar en Caracas y sus fortunas en el extranjero. En definitiva que el escenario no es muy diferente al de la Siria de Asad, si no fuera por una terrible realidad, Venezuela se asienta sobre el mayor mar de petróleo del mundo. El ejército de Venezuela como el de Asad está alineado con el poder y se convertirá si Maduro se siente amenazado al igual que Asad en su herramienta de involución. Pero me temo que la fidelidad de los generales sirios a Asad es religiosa y la de los venezolanos a Maduro no es tan sólida

Churchill decía que un país es democrático si alguien llama a las cuatro de la mañana a tu casa y resulta que es el lechero. Esto es lo último que pensaría una venezolana, que alguien le va a llevar leche a la casa. Pero en Venezuela no pueden llamar a las casas porque muchas no tienen timbre o puerta. Y no hace falta que sean las cuatro de la mañana para que te secuestre el aparato del estado ya que lo hace a plena luz del día aunque se trate del alcalde de la capital, porque la impunidad reina en todo el país auspiciada por el gobierno y sus fuerzas represoras.

Pero ¿ Por qué la industria petrolera y en general la economía no funciona desde hace ya muchos años?, porque los gestores se han ido del país. Los que pueden sacar a Venezuela del caos, en una inmensa mayoría son destacados ejecutivos de empresas norteamericanas o europeas y sus conocimientos de ingeniería son subastados a muy alto precio por las petroleras de todo el mundo. Lo que sobra en Venezuela es el régimen chavista y la misión de la comunidad internacional es devolver lo antes posible la legitimidad democrática al país. Porque lo que no habrá en Venezuela es un referéndum revocatorio salvo que sea gestionado y computado por el gobierno. El mundo libre no puede dejar a los venezolanos abandonados a su suerte, no es propio de los valores que defendemos. Hay que instar un proceso pacífico de cambio inmediato y la comunidad internacional ya tarda en ponerse las pilas.

Sin embargo ni Maduro ni el chavismo tienen la fuerza de antes. No va a ser la oposición la que termine con el régimen sino sus supuestos incondicionales. En toda comunidad siempre hay un Judas, y los que traicionarán a Maduro están muy cercanos; muchos de ellos todavía escuchan con atención sus interminables arengas de barrio y les aplauden mientras cocinan su caída y conviven en el palacio de Miraflores. Pero con la miseria ni la propaganda es posible. De qué le sirve a Maduro controlar la televisión si nadie puede enchufarla. Le escuchamos más en Europa que en Venezuela y así no se sostiene un régimen autoritario

Muchos de los beneficiados del régimen no quieren ser arrastrados en su caída y no tienen ningún motivo para que Venezuela se aboque a un conflicto civil y esperan que la oposición no les pase factura por aferrarse hasta el final. De los millones de seguidores de Nuremberg a la soledad del bunker de Berlín hay un abismo, pero estas cosas ocurren muy a menudo, Nicolás.


España debe tomar un papel muy activo en impedir que Venezuela caiga en el abismo. Cuba también debe ser un partícipe activo del cambio. Si Cuba quiere ser reconocida internacionalmente debe también luchar por la paz y prosperidad de Venezuela. La comunidad iberoamericana tampoco puede permanecer al margen y debe terminar con los dobles lenguajes. El régimen marxicorrupto no es ni populista, ni socialista, ni protege al pueblo más desfavorecido, ni contribuye al fortalecimiento de las libertades, ni genera confianza, ni prosperidad, ni riqueza, sólo muerte, desesperanza y desolación. No puede haber ningún país de América Latina que se solidarice con Maduro, con sus políticas y consecuencias, porque si lo hacen serán responsables morales, de lo que pueda acontecer en Venezuela en las próximas semanas.

1 comentario:

R. dijo...

Muy acertadas sus conclusiones. Lo que vivimos en Venezuela es una carrera acelerada hacia el abismo y la inmensa mayoría de la sociedad ya desea tocar fondo para empezar la reconstrucción del país. Gracias por su aporte y ese llamado a la comunidad internacional.