lunes, 17 de febrero de 2025

Europa versus Rusia: un conflicto que no vamos a perder


Rusia contra Europa, un conflicto que no vamos a perder


 Los Ejércitos de la Unión Europea más Reino Unido son superiores a los de Rusia, y su capacidad de movilización  poblacional también es mayor.

Columna de camiones y carros de combate rusos en Mariúpol, Ucrania | Europa Press

En las últimas semanas hemos seguido con cierta preocupación todos los hechos y declaraciones que se han ido produciendo en esta aparente separación o alejamiento de los intereses de Estados Unidos sobre Europa. Se ha puesto otra vez sobre la mesa, la demanda norteamericana de que Europa gaste más en su defensa sin entender cuáles han sido las circunstancias que se han producido en las últimas décadas y que han llevado a este distanciamiento en cuanto al gasto militar.


Desde 1945 hasta 1990, la Unión Soviética fue la segunda potencia económica y primera militar del mundo e imponía su terror comunista revolucionario en los cinco continentes. Disponía de una enorme fuerza militar desplegada en todos los países del este de Europa y que era muy superior a todas las capacidades desplegadas en la parte occidental del continente.


Rusia llegó a disponer de miles de misiles intercontinentales y de cabezas nucleares que tienen como objetivos no solo Estados Unidos sino también Europa. Más de quinientas cabezas nucleares están desplegadas para un ataque inmediato en la actualidad. La Unión Soviética se convirtió en el mayor poseedor de armas nucleares del mundo y lideró la carrera espacial, y esto la convertía en una amenaza estratégica global.


Durante todo este tiempo, Estados Unidos y Europa hicieron un esfuerzo considerable para la defensa de Europa y el resultado es evidente. No solo Europa ganó la guerra al comunismo, con la caída del muro de Berlín, sino que además también ganó la guerra económica. Es decir, realizando un análisis histórico, no podemos acusar a Europa de que su reducido gasto militar haya provocado una situación de inseguridad sino más bien todo lo contrario. Además debemos recordar que Europa gastaba en su defensa una media del 5% del PIB durante la Guerra Fría.


La alianza necesaria para los dos lados del Atlántico en la OTAN obedecía a un principio fundamental de solidaridad ante una amenaza militar y estratégica mundial. Todos nos necesitábamos para tener suficiente seguridad. Para Estados Unidos, que el potencial campo de batalla fuera en Europa, era una garantía adicional. Donald Trump se olvida de la enorme contribución europea a la seguridad de Estados Unidos en todo este tiempo.


En 1990, la Unión Soviética colapsó y nació una Rusia mucho más pequeña, deprimida social, económica, política y militarmente. Apenas podía poner en la mar dos buques de guerra en 1998. La cercanía política con Yeltsin permitió avanzar en una distensión que produjo unos muy importantes dividendos para la paz. El propio Trump es el mayor defensor de reducir el gasto militar en el mundo, según dice.


Desde el año 2000, Vladimir Putin comenzó un proceso de reconstrucción de Rusia para sacarla de la depresión a la que los cambios la habían sometido. Devolver la grandeza y el orgullo a Rusia era un objetivo irrenunciable y para ello debía mostrar coraje, y así lo hizo en Chechenia, Armenia, Georgia y en Ucrania. China, se convertía en estos años de este siglo XXI, en la segunda potencia económica y militar del mundo y amenaza el liderazgo norteamericano, y esto es lo que Trump debería mirar con lupa. Si se aleja de Europa y se empeña en competir solo con China, su país será derrotado.


Desde 1945, es cierto que Estados Unidos ha gastado mucho más que Europa, pero observemos las intervenciones militares norteamericanas en el mundo: Corea, Vietnam, Irak, Panamá, Granada, Afganistán, ninguna tenía que ver con los problemas de seguridad europeos. El esfuerzo militar de Estados Unidos no era para compensar el déficit de Europa, sino porque necesitaba atender a muchos escenarios muy diferentes.


Pero a pesar de esta reducción del gasto militar en Europa, todavía hoy las Fuerzas Armadas de los países de la Unión Europea más Reino Unido son muy superiores a las capacidades militares de Rusia. Además, hemos aprendido en el conflicto de Ucrania, que el Ejército ruso es un gigante con pies de barro que ha sido incapaz de dominar a un país casi sin ejército, sin ambición militar, sin estructura y que había convivido dentro de la Unión Soviética durante toda su existencia.


Una amenaza a Europa en su conjunto no es una opción para Putin, que buscará objetivos concretos, al modo de Hitler, para dominar a los estados limítrofes y avasallar al resto. Necesita mover peones y esperar a la reacción para el siguiente movimiento. Por eso es tan importante enviar un mensaje de que no haga ningún movimiento más y por eso es importante que no venza en Ucrania.


Tampoco necesitamos una revolución enorme en el gasto militar para compensar la pérdida de la capacidad militar norteamericana que en Europa es casi testimonial en estos momentos. No olvidemos que gran parte del temor o recelo de Rusia no era con Europa sino con Estados Unidos y la expansión de la OTAN. Putin puede percibir una amenaza mucho menor si EEUU se queda fuera de la ecuación militar en el continente, ya que siempre ha liderado la expansión militar hacia el Este.


El problema fundamental de Europa es su fragmentación política y la incapacidad de disponer de una respuesta única ante una amenaza que proviene de un solo estado. El problema de la seguridad de Europa es sobre todo político y de ambición. Los medios militares actuales por su volumen y nivel tecnológico, son una base consistente y sólida para defendernos de la amenaza rusa.


Cuando se realizan comparaciones militares entre dos estados debemos tener en cuenta diversos elementos. Desde el punto de vista geográfico, Rusia debe atender una frontera de más de 20.000 km de longitud, con amenazas en muchos lados. Europa es un territorio mucho más pequeño homogéneo y concentrado, con un grave problema de movilidad debido a los ríos, puentes y la concentración urbana.


En cuanto a la población, Europa triplica la de Rusia y su economía es unas 10 veces superior. En consecuencia, desde el punto de vista de fortalezas objetivas, Europa con rotundidad es muy superior a Rusia. Si esto es así ¿por qué nos preocupamos por la amenaza militar de Rusia? la respuesta es muy clara, Rusia tiene la ambición, el coraje de dominar a Europa; ambiciona crear una franja de seguridad alrededor de sus fronteras y quiere revitalizar su posicionamiento estratégico, mientras que Europa no tiene nada de esto y esta es la diferencia fundamental y básica del problema que estamos analizando.


La segunda carencia fundamental de Europa respecto de Rusia, mucho más objetiva, es la disuasión nuclear. Francia y Reino Unido disponen de capacidades antiguas que deben ser actualizadas con nuevos misiles de corto y medio alcance, con la renovación de cabezas nucleares y nueva capacidad de despliegue de estas armas en diferentes plataformas. Europa necesita de la disuasión nuclear para compensar sus debilidades geoestratégicas y esto es un objetivo irrenunciable por mucho que le pese a los europeos tener que invertir en armamento nuclear. Si obviamos los dos aspectos anteriores, unidad y disuasión nuclear, que resolverían una gran parte del problema, nos quedaría el aspecto de las capacidades militares tácticas.


En términos generales, las Fuerzas Armadas de la Unión Europea más Reino Unido son superiores a las de Rusia, y su capacidad de movilización también es mayor por la diferencia poblacional. Con los medios aéreos actuales, disponemos de una cierta superioridad aérea, que dificultaría y mucho un posible ataque terrestre sobre Europa. Deberíamos avanzar en el programa de avión de sexta generación, pero aumentar a corto plazo la flota de Eurofighter y de misiles integrados, sería un objetivo deseable para una mayor armonización e ir dejando en reserva aviones más antiguos. En especial necesitamos más aviación de apoyo a operaciones en tierra sustituyendo a los viejos Jaguar, Alphajet o C-101 . Los helicópteros de combate se han mostrado muy vulnerables para apoyar operaciones en tierra en Ucrania


La superioridad es mucho mayor en las fuerzas navales europeas. Solamente tenemos un pequeño déficit en submarinos que deberíamos cubrir, sobre todo en el norte de Europa, pero no es algo preocupante.


En el escenario fundamental de este potencial conflicto con Rusia que sería el terrestre, es en el que debemos trabajar más denodadamente para suplir algunas carencias significativas. Los carros de combate en Ucrania se han visto poco eficaces, con graves problemas de movilidad. Si a eso añadimos la deficiente infraestructura Europea para vehículos de más de sesenta toneladas, hay que concluir, que más que programas de carros de combate, necesitamos vehículos más ligeros, con mayor potencia de fuego y protección. Déficit similares encontramos en artillería autopropulsada, lanzadores múltiples de cohetes, APCs y sobre todo en defensa antiaérea y antimisil. Por supuesto que la munición es el elemento básico en el que debemos realizar también un acopio enorme para compensar el déficit a consecuencia de la guerra de Ucrania y para disponer de suficiente arsenal para mantener un conflicto largo. Necesitaríamos al menos duplicar las capacidades actuales en casi todos los sistemas descritos.


Existen tres aéreas adicionales que debemos priorizar en cuanto a las inversiones, y que nos deberían dar una clara superioridad militar sobre Rusia, hasta el punto de no tener que preocuparnos mucho más. Primero, más que un ejército europeo, necesitamos un sistema único de Inteligencia, Mando y Control y Comunicaciones para toda Europa. Este es uno de los grandes programas que deberíamos abordar. Unido a lo anterior, incorporar desarrollos de Ciberdefensa y aplicaciones de Inteligencia artificial. Esto mundo invisible debería ser la espina dorsal de la defensa europea.


La segunda área son los drones. Aquí deberíamos empezar por los aspectos regulatorios y permitir la operación de todo tipo de drones en Europa. La experiencia de Ucrania resulta evidente. Más drones con capacidad de portar cargas explosivas y misiles, desde los pequeños enjambres a las plataformas medianas son indispensables en el combate moderno. Deberíamos multiplicar por diez las capacidades actuales.


Finalmente existe un área básica para nuestra seguridad, el espacio. Debemos independizarnos en la medida de lo posible de Estados Unidos, y disponer de una gran capacidad militar en el espacio, en todas las órbitas y en la estratosfera. La capacidad de desarrollar y producir lanzadores y satélites resulta otro reto enorme para Europa, en el que España dispone de capacidades muy notables. Deberíamos crecer y mucho en estas capacidades y contrarrestar el poderío ruso y chino en el espacio y no quedar descolgados de Estados Unidos.


Un despliegue más adecuado y fuerte en el este de Europa de estas capacidades añadiría una enorme capacidad militar de disuasión. El estacionamiento permanente de tropas europeas en los Estados Bálticos, Finlandia, Polonia y Rumanía es prioritario y podría ser una decisión inmediata que podría adoptarse en las próximas semanas.


España jugará en este escenario un papel fundamental, al ser la nación más poderosa y a la vez más alejada de Rusia. En España deberían ubicarse una buena parte de las capacidades industriales europeas, que se encontrarían más seguras lejos del frente. Las iniciativas público-privadas en tecnología y drones en Jaén, en logística en Córdoba y en entrenamiento, logística de campaña y simulación del campo de batalla en Zaragoza, deben ser arietes de este incremento de capacidades militares en Europa, en zonas más seguras y alejadas de las armas rusas. No podemos olvidar que estos aspectos devendrán claves en el futuro.


Pero Europa necesita un líder y este solo puede ser Friedrich Merz. El pilar económico de Europa debe coordinar a la Europa de la Defensa. Nadie más puede liderar este proceso en Europa que Alemania, y debe hacerlo con un fuerte respaldo político para dotar de certidumbre y largo plazo a este proceso. Esperemos al 23 de febrero y a las decisiones que se van adoptando en las próximas semanas, pero no caigamos en la resignación ni en el miedo, porque no hay razones objetivas para ello.