Apenas dos años le ha durado
al líder del Daesh, Al Baghdadi su cacareado califato. Los conflictos internos
en Siria e Irak y la desidia de las potencias occidentales ocupadas en otros
frentes, especialmente Rusia, permitieron un rápido crecimiento del grupo
terrorista hasta ocupar casi la mitad del territorio sirio e iraquí, con acceso
a sus fuentes de riqueza, entre ellos los más de mil millones de dólares que
sacaron del Banco Central de Mosul, y con una población bajo su control que
excedía de los diez millones de habitantes. Entre combatientes llegados de
fuera sin apenas experiencia, pero fascinados por la estrategia del ISIS de
iniciar una segunda islamización del mundo, y los antiguos seguidores de Sadam
Hussein, formaron un ejército de unos cien mil hombres con recursos,
experiencia en el combate y con el tradicional uso de la violencia extrema que
tan famosas haría a las fuerzas especiales del ex dictador iraquí. El Daesh se transformó
en una amenaza global, y éste fue su gran error estratégico, cuando pasó a
liderar el terrorismo en Occidente y se convirtió en una amenaza a la seguridad
no sólo regional, sino global. El mayor y quizás único activo diferenciador del
Daesh como organización terrorista era disponer de un estado con territorio,
población y recursos, lo que siempre quiso tener Bin Laden en Afganistán, hoy
apenas queda nada de esa pesadilla.
La situación actual no tiene
ningún parecido con aquella realidad. La caída de Manbij en el norte de Siria
en la ribera oeste del Eufrates, en manos de las Fuerzas Democráticas de Siria
(SDF, formadas mayoritariamente por kurdos), y sobre todo la fuga masiva de la
ciudad de todos los miembros del Estado Islámico después de un acuerdo con los
atacantes, muestran que el Daesh está colapsado y que sus fuerzas y recursos
apenas suponen el 15% de lo que eran hace apenas un año. De aquellos violentos
hombres de negro que infundían miedo a través de sus acciones y de las redes no
queda casi nada, ahora los radicales han puesto pies en polvorosa dejando en el
camino armas y sobre todo un reguero de odio contra el radicalismo.
En la guerra contra el Estado
Islámico, Occidente y sus aliados más o menos sinceros, han abierto cuatro
frentes simultáneos que tienen dos objetivos evidentes. El primero, ocupar
todos los territorios en poder del Estado Islámico en Siria e Irak; y en
segundo lugar y éste cobra ahora más importancia, evitar que Al Baghdadi y sus
terroristas encuentren acomodo en otro territorio desde donde continuar su
particular guerra contra el mundo, y los dos candidatos eran Libia y
Afganistán, sin descuidar el Sinaí, aunque aquí entre el ejército egipcio y el
de Israel, lo tienen casi imposible y Yemen, donde Arabia Saudita está luchando
con numerosas fuerzas para acabar con los grupos terroristas.
En Afganistán, donde las
fuerzas regulares y el ejército norteamericano tienen un nivel de unidad y de
preparación muy superior, se ha conseguido detener el posible avance de los
aliados del Daesh, apoyado sobre todo en el hecho de que lo último que quieren
los talibanes o señores de la guerra
es que venga un califa iraquí a decirles cómo deben gobernarse. El pasado 26 de
Julio el líder de Jurasán (filial del Daesh en Afganistán), Hafiz Saed Khan, y sus comandantes, cayeron muertos en un
bombardeo de un "drone" de Estados Unidos en el distrito de
Kot, en la provincia afgana de Nangarhar. No hay que olvidar que Khan era
considerado el emir de la provincia de
Levante-Jorasán, el área de operaciones de la organización Estado Islámico
en Afganistán, Pakistán y Bangladesh, de manera que este descabezamiento de la
organización en Asia Meridional supone un golpe casi mortal a las aspiraciones
del grupo terrorista de asentarse en la región.
El Daesh irrumpió a principios
de 2015 en Afganistán, donde llegó a contar con unos 3.000 combatientes, la mayoría procedentes de las facciones
talibanes que rompieron con la matriz de la insurgencia afgana. De las más de
400 aldeas que dominaban hace un año apenas controlan en la actualidad cuatro y
los combatientes no llegan al medio millar. Más de veinte líderes han sido
eliminados por las fuerzas de Afganistán y Estados Unidos en los últimos seis
meses, a pesar de que la actividad terrorista se ha incrementado en la capital,
Kabul, por la existencia de algunos grupos aislados
El segundo frente es Libia. La caída de
Sirte supone un punto de inflexión definitivo en el desalojo del Estado
Islámico de sus posiciones en Libia. El apoyo de aviones norteamericanos unido
a las operaciones en tierra de los grupos de operaciones especiales británicos
y americanos junto a las fuerzas
del gobierno de Trípoli, han conseguido reducir los más de 300 kilómetros
de longitud de los territorios del Daesh a apenas unos pocos barrios alrededor
de Sirte donde se asientan unos mil combatientes que resisten mientras negocian
con las mafias locales su salida del país, principalmente rumbo a las costas
europeas. Esta es ahora la mayor preocupación de la inteligencia europea ya que
en las próximas semanas podrían llegar decenas de terroristas del Daesh en las
embarcaciones de refugiados que salen a diario de las costas cercanas a Sirte.
El frente sirio iraquí debe ser analizarse de forma
conjunta, ya que la estrategia de Estados Unidos aboga por la caída simultánea
de Raqa la capital del Daesh en Siria, y de Mosul, la capital del califato y
donde seguramente no queda ni el califa Al Baghdadi. Fuentes de la inteligencia
iraquí aseguran que en Mosul quedan apenas unos tres mil combatientes y que a
diario cabecillas abandonan la ciudad rumbo a Raqa con todos sus ordenadores,
recursos, armas etc. Los caminos que conducen de Mosul hacia Siria son ahora
los más vigilados del mundo por satélites y drones que como aves de presa están
a la espera de golosas piezas que capturar.
En este sentido se ha manifestado el teniente
general Harrigan de la US Air Force indicando la conveniencia de realizar las
dos operaciones de forma coordinada para una victoria definitiva sobre el ISIS
y evitar que todas las fuerzas remanentes pudieran agruparse en Siria,
dificultando el avance de las distintas fuerzas aliadas en el complejo
escenario sirio. En la actualidad, el objetivo de las fuerzas norteamericanas,
que tuvieron una actuación directa en la toma de la aldea de Al Qayyarah, a 35 kilómetros al sureste de Mosul,
es crear un hub en esta aldea con unos 30.000 combatientes que estarían
dispuestos para el asalto final a mediados de septiembre. En Mosul todavía
viven más de un millón de personas y apenas quedan unos 3.000 combatientes;
fuentes de la inteligencia iraquí estiman que más de cinco mil combatientes y
decenas de cabecillas han dejado la ciudad en las últimas semanas rumbo a
Siria.
La Fuerza Aérea iraquí ya dispone de los primeros
cuatro F-16 con sus tripulaciones entrenadas, que junto a la Fuerza Aérea de
Estados Unidos, comenzarán sus operaciones contra la retirada de combatientes
de ISIS desde Mosul mientras que preparan el ataque final contra la ciudad.
Aunque el escenario más probable es que la ciudad sea abandonada por los
escasos combatientes que quedan en las próximas semanas. Con tan escasas
fuerzas controlar una ciudad tan populosa es tarea imposible y los yihadistas
podrían quedar encerrados en una ratonera que sería su tumba.
El comandante de las Fuerza
norteamericana en Siria, General Mc Farland declaró hace unos días que en los
últimos doce meses el Estado Islámico había tenido más de 25.000 bajas, una
cifra que supone la cuarta parte de todas las fuerzas que llegó a sumar el grupo
terrorista y que explica el colapso del Daesh mientras que las fuerzas aliadas
han alcanzado su máximo nivel de organización y recursos.
Los Peshmergas ante el
empuje de las fuerzas regulares iraquíes contra el Daesh y una vez que ya
retienen todo su territorio bajo control en el norte de Irak, están concentrando
toda su fuerza en Siria, donde hay en juego mucho más que la guerra contra el terrorismo
del ISIS.
En Siria, los movimientos militares han sido mucho
mas tradicionales. La caída de Manbij ha cerrado la principal puerta que tenía
el Estado Islámico hacia Turquía de donde proceden gran parte de sus recursos
por la venta de combustible ilegal, aunque en las últimas semanas el flujo de
ventas había caído un 90% respecto de los meses anteriores y por donde se
movían sus combatientes con cierta libertad. Los sirios de Manbij que durante
más de un año vivieron bajo el terror del Daesh y que fueron usados como
escudos humanos, salieron a la calle para celebrar su liberación afeitándose
sus barbas y quemando los burkas, todo una señal de hastío frente al fundamentalismo
y un mensaje a otros muchos grupos radicales.
La conquista de
la estratégica ciudad representa uno de los mayores avances militares contra el
Estado Islámico desde el comienzo del conflicto que se une a la reciente caída
de Palmira en manos del ejército sirio, y abre la puerta a la batalla final
para desalojar a los yihadistas de Raqa, desde donde controlan todas sus
operaciones en Siria.
Sin embargo la
toma de Manbij ha tenido un alto coste en vidas humanas. Casi quinientos
civiles, unos 300 combatientes de las fuerzas aliadas y casi mil yihadistas, un
golpe enorme para el ISIS en estos momentos de desbandada, han caído en los
combates. Los que lograron salir tras el acuerdo se han desplazado hacia la
ciudad fronteriza de Jarablus al norte, a orillas del Eúfrates, la única vía
importante para el suministro de armas y víveres desde Turquía que mantiene aún
abierta. Más de tres meses ha supuesto cerrar el bolsillo de Manjib, en un área
con un diámetro de más de cincuenta kilómetros.
La caída de Raqa, la capital del EI en Siria, va a requerir de más
tiempo. Mientras que los kurdos están a unos 50 kilómetros al norte de la
ciudad, en el sur y oeste las tropas del ejército sirio y de las fuerzas de
oposición se hallan a más de cien kilómetros lo que obliga a esperar
movimientos en otros frentes antes de iniciar un ataque definitivo.
El primer objetivo de los kurdos es avanzar hacia Jarablus por el
Eufrates y hacia Al Bab en el norte del país y cerrar al ISIS en una bolsa sin
frontera directa con Turquía. Además esta acción permitiría unir a las fuerzas
del ejército sirio y de los kurdos en el norte. Sin embargo esta estrategia sólo
tienen un gran problema, que en Aleppo luchan en su particular guerra las
tropas regulares sirias y los denominados islamistas moderados, lo que hace
imposible una coordinación militar entre los dos o tres frentes. Desde el punto
de vista de los kurdos, la victoria del ejército sirio en Alepo frente a la
oposición islamista reforzaría la lucha contra el ISIS y permitiría una acción
coordinada. Pero a su vez supondría la consolidación de Asad en el poder y un
golpe enorme a las aspiraciones de Turquía y Arabia Saudita, los promotores de
la guerra civil en Siria contra la dictadura de Asad.
En esta línea de acción, parecía que la reunión entre Erdogan y Putin
de la semana pasada en San Petersburgo buscaba algún tipo de entente para
terminar con las luchas internas y dedicar los esfuerzos a terminar con el
ISIS, pero los resultados no son tan evidentes ya que las posiciones siguen muy
distantes.
En cualquier caso hay un resultado nuevo e inesperado para Erdogan que
le obligaría a ser más flexible con Putin y con Asad. Mientras que las
distintas oposiciones luchaban entre si en una guerra de desgaste, Estados
Unidos ha encontrado un socio fiable y bien preparado para la guerra, los kurdos.
Hoy la fuerza militar más activa y potente de Siria es el Frente Kurdo
integrado en las Fuerzas Democráticas de Siria, (SDF) que cuando concluya su
operación sobre Jarablus y Al Bab controlará más del 80% de la frontera turca
del sur, incluyendo a Irak. Una vez termine el conflicto, los kurdos querrán
una recompensa proporcional a su fidelidad y éxitos y aquí Erdogan y su partido
islamista neo-otomanista van a encontrar la horma de su zapato, los
quince millones de kurdos que viven en Anatolia y que ante el empuje de sus
paisanos del sur encontrarán renovados ánimos para reivindicar derechos que
Erdogan no está dispuesto a ceder.
Lo que es
evidente es que la milicia kurda siria de las Fuerzas de Protección de Pueblo
(YPG) que ha derrotado al ISIS en
Manbij, sale reforzada de la batalla, en la que ha vuelto a mostrarse como el
principal aliado de EE UU sobre el terreno y el único fiable. Sin duda puede
ser la mejor fuerza de estabilización que Estados Unidos puede tener en la
región a futuro.
Pero aquí es
donde comienzan los problemas. Para impedir el avance de los combatientes del
YPG que Turquía asocia a la guerrilla separatista turca del Partido de los Trabajadores
del Kurdistán, el gobierno de Ankara había fijado la ribera occidental del Eúfrates como
una línea roja infranqueable. Hoy
esa barrera ha sido franqueada por las SDF, mayoritariamente kurdas. Turquía había
amenazado con una intervención directa si los kurdos traspasaban el histórico río,
de manera que Estados Unidos tiene un dilema: frenar a los kurdos y que sea
Asad quien derrote finalmente al ISIS o bien confiar en que podrá controlar a
Erdogan, que bastantes problemas tiene ya en casa, y mantener su calendario de
operaciones.
Si Obama quiere
llegar a las elecciones con la guerra terminada a finales de octubre, necesita
que los kurdos continúen su liderazgo militar en Siria. Rusia se ha dado cuenta
a su vez de esta posición y quiere redoblar su participación contra el Daesh
con el fin de fortalecer a Asad en esta estrategia de pinza junto a los kurdos.
Quizás para Erdogan comience a ser mas positivo para sus intereses que Asad
continúe en el poder para frenar a los kurdos, que son su principal enemigo, en
contra de los intereses de Arabia Saudita, que continuar desgastándose en una
oposición que no termina de organizarse para derrotar militarmente al ejército
sirio. Las cartas ya están echadas y la partida parece que llega a su final,
aunque todavía algún jugador podría salir con una nueva sorpresa que hiciera
cambiar el rumbo de los acontecimientos.
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