Entre Venezuela y Siria coinciden muchos elementos. Un poder
que se aferra al uso de la violencia contra su pueblo apoyado en una minoría
bien adoctrinada y dispuesta a morir matando. Un gobierno basado en la
corrupción y en la manipulación de la ley a su antojo. Un país hundido en la
miseria, característica bastante común a los regímenes marxicorruptos, (es una evidencia
histórica que ningún régimen marxista en la historia de la humanidad ha tenido
unas bases y objetivos diferentes que la corrupción y el autoritarismo para
asegurar el monopolio del poder y de los privilegios) a base de esquilmar la
riqueza del país para ser repartida no entre los que lo necesitan sino entre
los que detentan algún tipo de poder político, administrativo o económico. Cada
vez que alguien me habla de acabar con las desigualdades me echo a temblar,
esperando al igualador que se quedará con mi esfuerzo y mi cartera.
Foro de reflexión sobre España y su posición en el mundo y la geoestrategia internacional.
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sábado, 30 de abril de 2016
VENEZUELA: LA SIRIA DEL CARIBE
sábado, 23 de abril de 2016
Un libro para leer: Fahrenheit 451: Un libro para todos menos Pablo.
En este nuevo orden tenemos
a Guy Montag, el personaje de Bradbury, un excelente bombero al servicio del
totalitarismo. Montag no es un bombero como imaginaríamos, tiene el oficio de
quemar libros. Según su líder, "leer impide ser felices porque llena a las
personas de angustia; al leer, los hombres empiezan a ser diferentes cuando
deben ser iguales. La igualdad máxima es el objetivo del gobierno, que vela por
que los ciudadanos sean felices a la fuerza para que así no cuestionen sus
acciones y los ciudadanos rindan en sus puestos de trabajo”·.
Montag nunca ha cuestionado su trabajo. Desde que el gobierno ha
creado una televisión con una emisión constante de programas carentes de
sentido y argumento, la gente permanece pendiente de los pixeles y son adictos
al consumismo, a la televisión única que es propiedad del pueblo. La gente
llega a endeudarse para derribar las paredes de sus casas y rodearse de grandes
pantallas. Las personas usan la expresión "mi familia" para
referirse al conjunto de programas que suelen ver. Luego los muchachos en la
calle pretenden recrear todo aquello que se les enseña en la televisión con
total impunidad. Son los instrumentos involuntarios del poder.
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