EL PAPEL DE EUROPA Y DE ESPAÑA ANTE LA CUMBRE DE LA ALIANZA ATLÁNTICA A CELEBRAR EN LA HAYA. (24-26 de junio de 2025)
La próxima cumbre de la OTAN se presenta como un potencial enfrentamiento entre las necesidades, los deseos y la realidad. Cualquier planteamiento que suponga fijar una cifra en base al PIB, solo puede tener una consideración política. El dinero no lo puede todo y en Defensa menos. Alcanzar el 5% del PIB es innecesario y pernicioso para cualquier país y para España más, teniendo en cuenta la dimensión de la amenaza. Incluso alcanzar un 2,5% sobre el PIB para países como el nuestro en dos años, sería un tremendo error y generaría enormes deficiencias.
Esperamos una actitud más constructiva de Washington a la vista de la realidad de la invasión de Ucrania y de la enorme respuesta europea. Pero Europa no debe aceptar chantajes ni imposiciones, que de venir, deberían llegar de nuestros enemigos. Podemos construir un espacio de seguridad mucho más equilibrado en Europa entre Estados Unidos y el resto de países, pero ajustado a las necesidades reales de cada escenario. Estados Unidos gastará el 3,2% de su PIB en Defensa en 2025 y sin embargo, Europa apenas supone para los Estados Unidos, el 10% de su esfuerzo militar, lo que explícitamente indica que las necesidades y en consecuencia los recursos que deben allegarse son muy diferentes.
Mi objetivo es realizar un análisis desde las necesidades, los retos y las capacidades existentes para determinar unos valores ajustados a los requerimientos y no a meras especulaciones diplomáticas.
¿Cuál es la dimensión de la brecha entre Europa y Estados Unidos en materia militar?
Europa necesita disponer de una adecuada disuasión militar sobre Rusia y una capacidad bélica que la permita derrotar en un escenario de guerra convencional a Moscú sin contar con Estados Unidos. Una situación que se plantearía potencialmente entre tres y cinco años, después de haber terminado la guerra de Ucrania y de que Rusia haya recompuesto sus fuerzas.
La brecha actual entre Europa y Estados Unidos presenta tres características definitorias.
Ante una amenaza real no se trata de cubrir una diferencia de capacidades en tiempo de paz, sino de guerra, lo que acentúa la dimensión del déficit europeo. No tenemos que cubrir los 128.000 efectivos con su material actualmente estacionados por Estados Unidos en Europa, sino los 300.000 que serían desplegados en caso de una agresión rusa.
Estados Unidos ha invertido en modernización y desarrollo en los últimos diez años 2 billones de dólares mientras que Europa ha invertido 500.000 millones. Teniendo en cuenta los largos períodos de maduración, esta es la diferencia que necesitamos cubrir, que es mucho mayor que el diferente volumen de gasto militar de 2025, y de ahí que el esfuerzo europeo deba ser muy superior a los Estados Unidos en los próximos años, pero con un límite temporal de una década como máximo.
Finalmente, estamos hablando de un escenario de guerra convencional frente a Rusia, que tiene la quinta parte de la capacidad militar china, a la que se enfrenta Estados Unidos. Es decir, el potencial enemigo ruso es una amenaza muy inferior militarmente al gigante asiático, pero en nuestro defecto, tenemos el hándicap de compartir una enorme frontera terrestre, a diferencia de los miles de kilómetros de océano que separan a China de la costa norteamericana.
En la actualidad, el ejército ruso es considerablemente más grande, más experimentado y está mejor equipado que la fuerza que invadió Ucrania en 2022. Ahora posee una valiosa y única experiencia en el campo de batalla. La presencia rusa en Ucrania a finales de 2024 era de aproximadamente 700.000 soldados, mucho más que la fuerza de invasión de 2022. Son más y están más entrenados y con el soporte de Corea del Norte podrían llegar a casi dos millones de efectivos militares.
La producción de equipamiento de Rusia se ha incrementado rápidamente. Solo en 2024, Rusia produjo 400 carros de combate nuevos y renovó unos 1.200. En cuanto a blindados se entregaron 1.000 unidades y se modernizaron 4.000, así como se incorporaron 450 piezas de artillería de gran calibre. Durante el año pasado se entregaron más de 1.800 drones kamikaze. Si Rusia mantiene estos ratios una vez acabada la guerra de Ucrania, los niveles de equipamiento serán más amplios y modernos que los anteriores a 2022 en apenas cuatro años. Ante un escenario de mantenimiento de sanciones, Rusia estaría abocada a mantener su presión industrial y militar sobre Europa salvo que se produjera una improbable involución interna.
Las evaluaciones de la OTAN, indican que Rusia estará lista para atacar en algún lugar de Europa dentro de cuatro a ocho años. Con los ejercicios militares cuatrienales Zapad que se llevarán a cabo en Bielorrusia en el verano de 2025 se mostrará la capacidad de Rusia para gestionar ejercicios militares a gran escala incluso durante una guerra en curso y Putin no va a dejar pasar la oportunidad de demostrarlo.
¿Qué necesita Europa?
La primera prioridad de Europa es continuar apoyando a Ucrania que es nuestra primera línea de defensa frente a Rusia. Si Ucrania decide no aceptar una rendición total o parcial, Europa está en condiciones de proporcionar armas adicionales a Ucrania para asegurar que sus capacidades están estabilizadas e impedir avances significativos de Rusia sobre su territorio. Es cierto que Ucrania y la UE dependen de algunos activos estratégicos críticos de Estados Unidos, incluido inteligencia y comunicaciones satelitales y que estos son difíciles de reemplazar a corto plazo, pero hay sustitutos si es necesario, no tan efectivos, pero suficientes frente al nivel de la tecnología de Moscú.
Un escenario significativamente más desafiante para Europa sería un improbable acuerdo de paz aceptado por Ucrania y que resultara beneficioso para Rusia. En tal caso, es probable que Moscú continúe su acumulación de material militar creando un desafío militar formidable para toda la UE en muy poco tiempo, dada la producción rusa actual. Este sería nuestro peor escenario.
Como señalaba, ante la eventualidad de tener que cubrir la aportación potencial norteamericana en caso de conflicto, Europa necesitaría incrementar su capacidad de combate en unos 300.000 efectivos, con un enfoque en fuerzas mecanizadas y blindadas para reemplazar las unidades pesadas del ejército estadounidense. Esto se traduce en aproximadamente 100 nuevas brigadas europeas.
El problema añadido es que no solo habría que reemplazar con 29 países a los 300.000 norteamericanos que nos faltarían, es que habría que darles el respaldo que sí tendrían los norteamericanos de todo el poder de los habilitadores estratégicos estadounidenses, incluidos la aviación estratégica y los activos espaciales, de los que carecen de los ejércitos europeos. Cubrir esta brecha sería una acción prioritaria, y para ello necesitaremos mucho soporte industrial norteamericano a corto plazo.
Europa, incluido el Reino Unido, actualmente tiene 1,47 millones de personal militar en servicio activo, pero su efectividad se ve obstaculizada por la falta de un mando unificado. La OTAN trabaja bajo la suposición de que el Comandante Supremo Aliado en Europa sería un general estadounidense de alto rango, pero eso solo puede funcionar si Estados Unidos toma un papel de liderazgo y proporciona habilitadores estratégicos. Es decir el mando conjunto unificado europeo es obligatorio y debe ser una acción inmediata su implantación.
Necesidades de equipamiento y producción industrial.
Generar rápidamente tales aumentos requiere un esfuerzo extraordinario, aunque la experiencia muestra que las economías de mercado pueden hacerlo si se asignan los recursos y se flexibilizan los procedimientos. Tomando como ejemplo un Cuerpo de Ejército de Estados Unidos, la disuasión creíble europea, requeriría un mínimo adicional de 1.400 carros de combate, 2.000 vehículos de combate de infantería y 700 piezas de artillería (obuses de 155 mm y lanzacohetes múltiples). Esto es más poder de combate que el que actualmente existe en las fuerzas terrestres de Francia, Alemania, Italia y el Reino Unido combinadas. Esto nos da una idea del esfuerzo inmediato que debe realizarse.
Proveer a estas fuerzas con suficientes municiones será esencial, más allá de las existencias mínimas disponibles actualmente. Por ejemplo, un millón de proyectiles de 155 mm sería el mínimo para un stock lo suficientemente grande para 90 días de combate de alta intensidad. Europa también tendría que generar capacidades de aviación de combate de quinta generación para tener una clara superioridad, y de transporte táctico y estratégico, así como capacidades de misiles de todo tipo, guerra de drones, comunicación e inteligencia. Esto incluye aumentar la producción de drones para igualar a Rusia, a un nivel de aproximadamente 1.500 municiones merodeadoras de largo alcance por año. Mientras tanto, se tendrían que reclutar y entrenar a 300.000 nuevos efectivos.
Las iniciativas de la Unión Europea de un fondo de 800.000 millones de Euros más las nacionales que se manejan, como en Polonia donde el 70% del incremento presupuestario se ha dedicado a adquisiciones o el fondo de deuda alemán Sondervermögen que hasta ahora se ha destinado exclusivamente a compras de equipamiento, son cifras realistas, pero por si solas no garantizan el éxito. Son necesarias muchas más iniciativas nacionales con recursos presupuestarios estables para garantizar una continuidad en el esfuerzo inversor.
Para que esta inversión resulte eficaz será necesario incrementar las adquisiciones a escala europea para obtener mejores costes y alcanzar una gestión más eficiente de la inversión. Tanto dinero en un sector con escasa transparencia exigirá, asimismo, de rigurosos controles de gestión para evitar subsidios y preferencias que vayan en detrimento del objetivo común.
En la actualidad, un incremento enorme de la demanda implicaría una incapacidad de asumir las obligaciones industriales, daría lugar a cuellos de botella, incremento de costes y falta de trabajadores especializados así como problemas añadidos por las limitaciones regulatorias. Aunque Europa compra el 60% de sus necesidades en su mercado doméstico, hay equipos que necesariamente deben adquirirse en Estados Unidos como aviones de combate de quinta generación, sistemas en buques, artillería de precisión, sistemas de observación de baja órbita, sensores de obtención de inteligencia, y algunos equipos y componentes críticos. Un objetivo a medio plazo será eliminar esta deficiencia, pero esto requiere de muchos cambios y de al menos una década.
Europa es incapaz de gastar un 5% del PIB en su defensa. Aunque tenga el dinero, son demasiados recursos para la ambición estratégica de Europa, que no necesita un arsenal nuclear de miles de cabezas, ni ocho grupos aeronavales ni mantener bases alrededor del mundo con los costos de vida del militar norteamericano. España en particular debe poner pie en pared y explicar cómo se pueden cumplir los objetivos militares sin sobrepasar el 2,5% del PIB.
Hay que trazar un plan paulatino para no crear cuellos de botella. «Vísteme despacio que tengo prisa» es la máxima. Un incremento rápido de la demanda colapsará la cadena de suministro y la encarecerá si no se han tomado las medidas para asegurar que ningún elemento necesario para la producción queda descontrolado. Hemos dado la vuelta al embudo. Antes la parte ancha eran las materias primas y la cadena de suministro y la estrecha eran los contratistas de defensa; hoy es al revés y esta competencia por recursos limitados puede destrozar al sector industrial en su conjunto y poner el peligro los objetivos.
La decisión del gobierno de alcanzar el 2% del PIB, teóricamente en 2025, salvo que sea un brindis al sol de Europa, es una calamidad, un error de enormes consecuencias. Necesitamos diez años para alcanzar la autonomía estratégica y no vamos a acelerar este proceso por muchos recursos que tengamos a corto plazo. Los vamos a despilfarrar, aunque comprendo la euforia de los accionistas ante los beneficios que se van a generar.
¿Cuáles son las necesidades y cuánto nos va a costar?
En la estimación del gasto necesario hay que tener en cuenta que las inversiones deben intensificarse a corto y medio plazo para reducir la brecha existente, considerando un abandono de Estados Unidos de la guerra convencional en Europa en caso de una agresión rusa, para luego entrar en una senda de estabilidad. Es decir, debemos en España subir a un ratio medio que estimo en el 2,5% del PIB ( 42.500 millones de Euros, 18.000 millones anuales para inversiones para los próximos siete años, para luego mantenerse en el 2% del PIB ( 34.000 millones de Euros y 14.000 millones año para inversiones)
Europa necesita incrementar en 300.000 efectivos sus fuerzas armadas que sería la aportación teórica norteamericana en caso de un conflicto. Esto supone un 20% de incremento sobre los actuales efectivos disponibles. Esto nos permitiría crear 100 brigadas. Harían falta entre cinco y siete años para alcanzar este número con su correspondiente equipamiento. Esto supondría un incremento del coste de personal de 60.000 millones al año, entre sueldos, beneficios y formación. Adicional a este incremento, aumentarán las retribuciones y las condiciones de vida de la tropa profesional haciendo mucho más atractiva la carrera militar., imprescindible ante el desierto demográfico europeo. Unido a la anterior hay que aumentar la disponibilidad de los efectivos y su entrenamiento. De poco nos sirve tener un millón y medio de militares si nos cuesta un año movilizarlos a todos. Aquí entra en juego la preparación para el combate. Esto requerirá de una inversión en centros de entrenamiento, campos de maniobra, sistemas de simulación y unas instalaciones de mantenimiento exquisitas. Una inversión cercana a los 50.000 millones de euros. Además, un millón y medio de hombres y mujeres no serán suficientes en un conflicto a gran escala. La movilización de una reserva de al menos otro millón de efectivos, será imprescindible para garantizar las rotaciones adecuadas en caso de una guerra larga, que es el caso más probable a la vista de las lecciones de Ucrania.
En cuanto al equipamiento hay que distinguir cinco dominios:
Sistemas C4 ISR : Teniendo en cuenta que un conflicto en Europa sería manejado por la OTAN bajo el mando de Estados Unidos y con toda la cobertura americana de estos sistemas, en el entorno de un abandono norteamericano, resulta perentorio reforzar estos sistemas. Aquí se incluyen sistemas de observación, sistemas de comunicaciones seguras, radares tipo AWACS, aviones ELINT, sistemas de comunicaciones seguras, sistemas de navegación etc. En definitiva ese corazón que no se ve pero que marca la diferencia entre un ejército vencedor y uno derrotado.
Como la mayoría de los países tienen arquitecturas ya coordinadas en el marco OTAN, será una inversión significativa pero no inmensa. Una inversión de 80.000 millones permitiría igualar al menos la capacidad actual rusa. Crear un sistema y ponerlo en operación tomaría al menos 10 años y habrá que hacerlo con alguna dependencia de Estados Unidos para conseguirlo en un tiempo razonable.
El aspecto aéreo de la guerra, especialmente los drones y los misiles, serán nuestra mayor baza disuasoria. Quiero destacar la vital importancia de la Iniciativa Escudo del Cielo Europeo en el que un gran conglomerado industrial europeo deberá tomar el liderazgo de este macro-proyecto, muy ambicioso en lo tecnológico e industrial y que supondría una inversión de 200.000 millones de Euros.
Equipo terrestre. Entre las deficiencias actuales de Europa y lo que supondría el incremento de estas cien brigadas por la desconexión norteamericana, los datos que manejo son los siguientes basados en las consideraciones elaboradas por el Instituto de Estudios Estratégicos.
Se ofrecen algunos ejemplos de soluciones en el mercado, no con carácter exhaustivo.
Equipo naval. El objetivo sería reemplazar a la VI Flota de los Estados Unidos con la adquisición de plataformas navales y aviones embarcados similares a las capacidades de la Armada norteamericana en el escenario del Atlántico Norte.
Equipamiento aéreo. Por una parte, Europa necesita una clara superioridad aérea con aviones de quinta generación F-35. No existe alternativa en el mercado a corto plazo; e incrementar la flota de aviones de cuarta generación para suplir a la flota de F-16 estacionada en Europa. Dotar a estas unidades de misiles de última generación y la capacidad de proyección estratégica y táctica son igualmente elementos muy relevantes. Dotar a los Eurofighter y Rafale de drones leales permitiría un salto cualitativo enorme para estas plataformas en la larga espera hacia el FCAS:
A las plataformas anteriores habría que sumar todo el material de despliegue y de campaña. Camiones, puentes móviles, puentes lanzables, hospitales de campaña, campamentos, unidades médicas avanzadas, cocinas de campaña, contenedores, vehículos, generadores, camiones, cisternas, bulldozers, grúas, volquetas y apisonadoras. Aspectos fundamentales que implicarían una inversión adicional de 60.000 millones de euros.
Finalmente la munición. Europa necesitaría un stock de 1.000.000 de disparos de 155 mm para 90 días de guerra. Asimismo existencias suficientes de munición 5,56 mm 12,7 mm, 9 mm, morteros, granadas, cohetes. Una inversión que ascendería a 90.000 millones de euros.
El total de la inversión para cubrir el déficit norteamericano y equilibrar la situación con Rusia asciende a 1.000.000 millones de euros que deberían asignarse de forma progresiva durante los próximos siete años, para que dé tiempo a preparar la producción y planificar las entregas.
A esto deben sumarse los créditos para modernización, mantenimiento y reposición del material existente en cada país, más las inversiones en nuevos desarrollos como el FCAS, que cada país deberá asignar para no perder las capacidades actuales y mantener la superioridad tecnológica. Esto supone un adicional anual de unos 50.000 millones de euros para los 29 países en los próximos treinta años.
Conclusiones.
No hay dudas sobre la necesidad de que Europa debe planificar su capacidad militar a futuro en el escenario de un abandono convencional de Estados Unidos. Las conclusiones son que con un 0,2% del PIB europeo se puede mantener militarmente a Ucrania con unos 40.000 millones de Euros al año. El segundo reto es que debemos reemplazar a los 300.000 efectivos norteamericanos que se desplazarían en caso de guerra con todo su equipamiento. Asimismo es necesario movilizar una reserva de un millón de efectivos. Finalmente el plan de inversiones a siete años asciende a 1.000.000 millones de euros que deberán asignarse de forma creciente para no saturar a la industria.
En el caso español, teniendo en cuenta nuestra ubicación geográfica, el esfuerzo en Defensa debería desglosarse en tres programas.
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A) El de modernización y nuevas adquisiciones: un presupuesto a siete años que asciende a 120.000 millones de euros, asignados de forma creciente. Este presupuesto separado iría dirigido a eliminar el hueco actual en equipamiento más el incremento en un 20% del número de efectivos.
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B) Una vez terminado el periodo citado, un presupuesto del 2% del PIB, que supondría unos 30.000 millones de euros de 2025, sería más que suficiente para mantener esta fuerza operativa y disponible.
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C) Finalmente, las industrias deben alcanzar acuerdos con sus colegas europeos para blindar la autonomía estratégica de Europa y esto exige de un plan de capacitación de la industria. Solo se debería adquirir fuera todo lo que no se ha desarrollado en Europa o resultaría imposible adquirir internamente para cumplir con los plazos. La Comisión Europea deberá establecer un mecanismo de aprobación de equipos ITAR para nuestra Defensa.
El planteamiento de un gasto en defensa sobre el PIB es poco significativo del esfuerzo y la necesidad de cada país. La Unión Europea respeta el principio de soberanía y establece coordenadas, pero no todos los países tienen los mismos retos y amenazas, y por tanto el objetivo de un porcentaje del PIB debe ser solo un indicador.
Un objetivo superior al 3% del PIB en términos generales, es innecesario, generaría ineficiencias y no sería equilibrado con las amenazas. No se disuade con la billetera sino con la resolución y las armas y es en estos dos puntos en los que debemos incidir en la cumbre Atlántica.
El establecimiento de una European Buy Act , similar a la que posee Estados Unidos, obligará a las empresas extranjeras a localizarse en el continente, generar aquí trabajo, depositar la propiedad de su tecnología y nos garantizará la autonomía estratégica. España por sus costos y su lejanía de los frentes hipotéticos, se encuentra en unas condiciones excepcionales para atraer la inversión extranjera tanto de Asia como de América. Deben evitarse acuerdos de colaboración que no satisfagan estos objetivos. Todo lo que un país no puede exportar a terceros carece de interés para nuestro gobierno, porque es en las exportaciones donde debemos equilibrar el gap actual.
El gobierno español ha dado pasos sin antecedentes en nuestra historia en cuanto al incremento del gasto militar, en un país con una larga tradición neutralista y pacifista, y participa en numerosas misiones internacionales. Además, España tiene un posicionamiento en el mundo vital para la seguridad europea: los lazos con América Latina y con el mundo árabe son muy importantes para nuestra seguridad. España tiene una voz propia y para reforzarla nuestro compromiso con la seguridad europea debe ser firme y significativo.
El gobierno en el lanzamiento de los programas debería establecer cinco criterios básicos:
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a) Cumplimiento de las directivas europeas de compras en Defensa sin abusar de la cláusula de excepcionalidad del 346 del TUE. Si queremos tener acceso a otros mercados no podemos pretender hacerlo echando el cerrojo español. La competencia siempre es beneficiosa para todos.
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b) Las inversiones deben dirigirse a empresas que tengan su actividad industrial en España y que posean autoridad de diseño sobre los bienes y servicios, circunstancias que deben acreditarse en aras de la pretendida soberanía. Asimismo se deberá establecer un mecanismo para garantizar que los sistemas adquiridos no padezcan de potenciales restricciones ITAR o similares, y si lo padecen, existen previsiones para evitar su efecto negativo.
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c) El afán inversor no es necesario, el camino de los nuevos programas no debe caer en las prisas y en la omisión de trámites importantísimos como unos buenos requerimientos técnicos, una adecuada planeación industrial y una seguridad en suministros y entregas. La colaboración entre empresas es imprescindible para no caer en sistemas con demasiado contenido internacional.
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d) Los plazos de entrega son básicos. Estos fondos son para un proceso de rearme urgente no para establecer capacidades industriales a diez años vista cuando con un poco de suerte estaremos regresando a porcentajes de gasto en defensa mucho más bajos. La disponibilidad es crítica, y en este sentido, asegurar la cadena de suministro de aquellos bienes más escasos y valiosos debe ser un objetivo de la política de inversiones de la Unión Europea.
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e) Es urgente la aprobación de los Presupuestos Generales del Estado para poder liberar créditos futuros para los programas plurianuales que ahora mismos están capados por la falta de aprobación, limitando la capacidad de contratación de los programas principales. La financiación debe cubrir la modalidad de contratos de suministros o de fabricación con pago aplazado; la simple financiación no puede ir asociada a contratos futuros ya que implicarían su consideración de pasivo para las empresas, podrían ser ayudas contrarias a la UE y desvirtuarían los principios de libre concurrencia y transparencia que rigen en la Directiva de compras de la Unión Europea.
Corresponde a los Estados Unidos definir cuál quiere ser su papel en la defensa de Europa. Un socio confiable, un espectador o un enemigo. Europa aspira al primer objetivo pero debe estar dispuesta a afrontar el tercer escenario, si hiciera falta para garantizar la seguridad y el bienestar de nuestros ciudadanos. Europa se encuentra en un cruce de caminos; no puede equivocarse y tomar una dirección que ponga en duda sus principios, valores y su unidad, porque ese escenario sería el peor posible.
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