sábado, 23 de abril de 2016

Un libro para leer: Fahrenheit 451: Un libro para todos menos Pablo.


 ¡Qué buen libro¡ para regalar a todos aquéllos que creen todo lo que les dicen los encantadores de serpientes mediáticos, y se ven llamados a derribar los muros de la patria mía para crear un orden nuevo. Para los que culpan al sistema de todos sus males y creen que el totalitarismo es la solución a la corrupción, al déficit democrático, a la pobreza, a la desigualdad, Fahrenheit 451 de Ray Bradbury es su libro para este día. Para que al menos en un momento de lucidez reflexionen sobre la sociedad que pretenden crear. Para los que no la comparten, sirva como una alerta para que no sean indulgentes o comprensivos con los que pretenden acabar con la libertad.

En este nuevo orden tenemos a Guy Montag, el personaje de Bradbury, un excelente bombero al servicio del totalitarismo. Montag no es un bombero como imaginaríamos, tiene el oficio de quemar libros. Según su líder, "leer impide ser felices porque llena a las personas de angustia; al leer, los hombres empiezan a ser diferentes cuando deben ser iguales. La igualdad máxima es el objetivo del gobierno, que vela por que los ciudadanos sean felices a la fuerza para que así no cuestionen sus acciones y los ciudadanos rindan en sus puestos de trabajo”·.

Montag nunca ha cuestionado su trabajo. Desde que el gobierno ha creado una televisión con una emisión constante de programas carentes de sentido y argumento, la gente permanece pendiente de los pixeles y son adictos al consumismo, a la televisión única que es propiedad del pueblo. La gente llega a endeudarse para derribar las paredes de sus casas y rodearse de grandes pantallas. Las personas usan la expresión "mi familia" para referirse al conjunto de programas que suelen ver. Luego los muchachos en la calle pretenden recrear todo aquello que se les enseña en la televisión con total impunidad. Son los instrumentos involuntarios del poder.


La esposa de Montag, Mildred, se formó en una universidad uniforme. Su adición al gobierno y a su sistema es tan fuerte que es incapaz de recordar detalles de su propia vida y parecerle cosas irrelevantes comparados al hecho de ver televisión o perderse sus programas. Como señala Bradbury "Los años de universidad se acortan, la disciplina se relaja, la filosofía, la historia y el lenguaje se abandonan, el idioma y su pronunciación son gradualmente descuidados. Por último, casi completamente ignorados". La vida es inmediata; el placer lo domina todo después del trabajo. "¿Por qué aprender algo, excepto apretar botones, enchufar conmutadores, encajar tornillos y tuercas?”

Montag conoce a una nueva vecina, una muchacha llamada Clarisse, que es señalada como loca por pensar y preferir pasear y jugar al aire libre que estar en casa viendo televisión. Clarisse constantemente se cruza con Montag y le cuenta que a ella y a su familia los tachan de "antisociales" porque formulan preguntas, en lugar de que su entorno las pregunte y las respondan ellos mismos. Clarisse empieza a generar en Montag la duda sobre si verdaderamente es feliz, además de despertarle la curiosidad acerca de los libros. "¿La muchacha? Es una bomba de relojería. Ella no quería saber cómo se hacía algo, sino por qué. Esto puede resultar embarazoso. Se pregunta el porqué de una serie de cosas y se termina sintiéndose muy desdichado." Según Beatty, el compañero comisario de Guy, "los libros sólo sirven para hacer sentir mal a las personas". Es un hombre astuto que sigue los ideales utópicos del gobierno, confiando plenamente en el sistema que controla a toda la sociedad

Días después, Montag acude a un incendio en el que había que quemar la casa de una mujer anciana que tenía una biblioteca. Antes de echar el petróleo, Montag toma un libro y se lo lleva escondido. La anciana no solo rehúsa salir de su casa, sino que es ella misma quien le prende fuego con una cerilla. Esto impacta más a Montag y le hace meditar sobre los fuertes valores de aquella anciana.

Una noche antes de dormir, Mildred comenta a Guy que Clarisse fue asesinada por los muchachos de los autos refaccionados, como los de las películas, y que su familia se mudó tras esto hace ya cuatro días, pero a raíz de su alienación de la realidad por culpa de la televisión no le dio la importancia y volvió a sus programas nihilistas.

Al otro día, tras la muerte de la anciana y de Clarisse, Montag se queda en cama para fastidio de Mildred que ve a Guy como un intruso en su rutina diaria; ese día lo visita Beatty y notando cómo la voluntad de Guy flaquea, intenta convencerlo de cómo es que "las quemas de libros y la sumisión al gobierno son cosas útiles que ayudan a la igualdad social"

Al día siguiente, Guy conversa con Mildred y explica que no desea seguir quemando libros sin saber si son realmente malos o buenos, por esto le revela que posee una colección de libros propia, ya que durante cada incendio ha rescatado algunos y los ha escondido en su casa, lo que hace que su esposa se moleste con él, aunque para relajarse vuelve a su familia, sus programas de televisión.

Ya en su trabajo suena un aviso de alarma y marchan a atenderla Montag y Beatty. Cuando llegan al lugar, Montag ve horrorizado que es su propia casa. Al llegar, Mildred se va en un taxi y Beatty le revela que fue ella quien hizo la denuncia. Guy quema con su lanzallamas a su compañero Beatty y huye.

Tras viajar a pie durante la noche, da con un grupo de vagabundos que se hacen llamar "hombres libro", éstos en realidad resultan ser académicos dirigidos por un hombre llamado Granger. Éste le muestra por televisión cómo tras no poder apresarlo, el gobierno ejecutó en vivo a un ciudadano cualquiera a quien hicieron pasar por él para así fingir que no le perdieron la pista y que poseen el control en cualquier situación.

Granger le cuenta que para evitar la desaparición del conocimiento son hombres libros, quizás miles y están distribuidos por todo el territorio. Uno es Gulliver, otro es Einstein, Platón, Marco Aurelio y otros nombres peligrosos como Darwin o Gandhi. Su misión es ir por los bosques, teniendo el conocimiento de los libros y memorizándolos para transmitirlos oralmente y así evitar poseer evidencias físicas que los pongan en peligro ante el gobierno. Tras enterarse que Guy ha leído en una ocasión el Eclesiastés, deciden acogerlo como un hombre libro. Nunca entendí muy bien porque Bradbury eligió este libro de la Biblia, aunque hay un versículo que siempre me ha parecido un fiel reflejo de la realidad

       "Hay gente honrada que es tratada como si cometiera cosas malas, y hay gente malvada que es tratada como si hiciera cosas buenas" (8:14);

Imagino que unos años atrás Montag se veía cumpliendo con una misión histórica, esencial para el orden y la tranquilidad de sus conciudadanos. Primero quemaron los libros que con mayor evidencia atacaban al sistema que pretendían crear o eran críticos con él, con el aplauso unánime. Todos los que animaban la quema de los primeros libros, de afamados conservadores, no se percataban que pronto les tocaría a ellos. El totalitario siempre sabe hacer aliados para su causa. Disecciona a los enemigos y los elimina uno a uno mientras que una inmensa multitud va justificando su eliminación sin percatarse del objetivo global. Se alían con todo aquello que ayuda a la destrucción del mundo actual. Se apoyan en los terroristas no porque compartan su causa sino porque contribuye a la lucha contra el sistema. Los que hoy comparten a Otegui quemarán el árbol de Guernica y la obra de Iparraguirre; y los que dan la bienvenida indiscriminada a refugiados sirios quemarán el Corán; muchos cristianos acabarán aplaudiendo la quema de la Biblia convencidos de que es la causa de sus males; los militares la quema de Clausewitz o Sun Tzu; los que hoy apoyan el derecho a decidir en Cataluña quemarán a Maragall y Aribau y en Galicia quemarán a Cunqueiro. Nada puede quedar al azar; todo lo que suponga conocimiento debe ser destruido, “la libertad nos hace desiguales y en consecuencia infelices y constituye una amenaza para la sociedad idiotizada”.

Pero ¿Qué hacer con los periodistas, con la libertad de información? Acabarán los periodistas del régimen aplaudiendo la quema de sus redacciones y la ruina de los empresarios de la comunicación, implorando por el control de las redes sociales, las culpables de la desigualdad y la miseria de las masas. Nada puede quedar al albur de una persona con ideas. A 451 grados Fahrenheit no sólo arde el papel sino también las personas y por eso los hombres libros no están inmunes a la destrucción purificadora del fuego, de la misma manera que las piras organizadas en la Alemania nazi para quemar los libros y a los hombres peligrosos. Y lo que no se puede quemar como Internet se interviene, se controla. Y si alguien se resiste se le denigra, se le amenaza, se le elimina como a la vieja con su biblioteca o a Clarisse.

Sólo sin libertad puede haber igualdad, esa palabra maldita con la que se nos pretende vender un mundo mejor que resolverá todos los problemas de la sociedad actual. Solo mediante la acción de idiotizar es posible el control de la sociedad para asegurar que la igualdad prevalece. Pero lo que debe ser igual para todos es la ley, los derechos individuales, no los hombres frente al gobierno sino que es éste el que debe ser igual para todos, lo que es muy diferente.

"La televisión, esa bestia insidiosa, esa medusa que convierte en piedra a millones de personas todas las noches mirándola fijamente, esa sirena que llama y canta, que promete mucho y en realidad da muy poco…."  se ha convertido en el instrumento para vaciar las mentes, pero también “Hay que vaciar los teatros para que sólo actúen payasos”. Ésta es la estrategia

Beaty le explica a Montag cómo se llegó a este mundo sin libros. "Cómo las universidades producían más salteadores, corredores, pilotos, cuatreros, cacos, fulleros y nadadores en lugar de profesores, críticos, sabios y creadores, la palabra intelectual se convirtió en un insulto que merecía ser. Siempre se teme a lo desconocido. Sin duda te acordarás de tu compañero de clase que era excepcionalmente inteligente que recitaba sin error la mayoría de las lecciones y respondía a todas las preguntas de los profesores, mientras que los demás permanecían como muñecos de barro y lo detestaban ¿ Y no era ese muchacho inteligente al que escogían para pegar y atormentar después de clase? Desde luego que sí. Debemos ser todos iguales. No nacemos libres e iguales como afirma la Constitución sino que nos convertimos en iguales. Todo hombre debe ser la imagen de otro. Entonces todos son felices porque no pueden establecerse diferencia ni comparaciones desfavorables… hay que dominar la mente del hombre ¿Quién sabe cuál podría ser el objetivo de un hombre culto? ¿Yo? No los resistiría ni un minuto."

Esta llamada de atención de Bradbury no puede caer en saco roto. Mi abuelo decía “cuando en la oscuridad olvidamos lo cerca que estamos del vacío, algún día éste se presentará y se apoderará de nosotros porque habremos olvidado lo terrible y real que puede ser”


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