Desde la caída del muro de
Berlín, Rusia ha pasado por una fase de gran depresión económica y social en la
que apenas podían poner a navegar más de dos destructores y su aviación militar
estaba en tierra. Sus tropas pasaban hambre y se veían incapaces de mantener
los frentes de insurgencia en el sur del país y en las antiguas regiones
soviéticas. Desde la llegada de Putin al poder, el presupuesto de defensa ruso
se ha multiplicado por siete, ha lanzado nuevos programas de armamento
incluyendo nuevos misiles nucleares, algunos de ellos desplegados en trenes en
movimiento para evitar su destrucción. Desde 2005 Rusia, sin hacer mucho ruido
en la esfera internacional, ha sido capaz de generar una capacidad militar que
en le era de la distensión y el buenismo occidental, resulta mucho más letal
que la de la antigua Unión Soviética sin haber abandonado sus ansias
expansionistas.
La tercera fase, comenzó con la
intervención en Ucrania y los continuos escarceos de la aviación rusa sobre
Europa, incluyendo sobrevuelos de aviones con capacidad nuclear sobre los países
de Europa Occidental. La invasión de Crimea constituyó sin duda la primera
prueba de fuego. De forma parecida a como hizo Hitler en el territorio de los
sudetes, Rusia puso a prueba la capacidad de respuesta política y militar de
Occidente, ¿y qué ocurrió?; nada. En un mes después de la invasión se reunía el
consejo de ministro de la Federación rusa en Sebastopol. Mientras la
intervención rusa en Ucrania es un clamor, y a estas alturas es evidente que
Rusia planea un golpe definitivo para anexionarse las republicas prorrusas a
final de año cuando convenzan a la opinión pública internacional que el régimen
de Kiev ha incumplido los acuerdos de Minsk. Es una historia que se repite en
otros modelos de expansionismo de los últimos siglos.
Rusia ha sido el gran aliado en
las discusiones entre Estados Unidos e Irán, del régimen de los ayatollas,
hasta el punto de que es Moscú quien acogerá los sobrantes de material radioactivo
de Irán. Teherán ha conseguido varios objetivos estratégicos para su régimen:
fin del embargo; reconocimiento internacional y hasta un cierto agradecimiento
por su intervención contra el Estado Islámico en Irak, cuando en el fondo lo
que está planteando es la invasión de Irak, para lo cual los dos enemigos son
los kurdos y los sunníes sirios y iraquíes que cada vez con más intensidad se
abrazan al Daesh como la única manera de resistir el ataque de los chiítas. La
intervención de Irán en Irak está reforzando al Estado Islámico con la llegada
de cientos de nuevos militantes cada semana.
Rusia después de estar mareando
la perdiz con el pentágono haciendo ver que habría colaboración para Siria, ha
decidido actuar apoyando a Assad aludiendo a la vieja fraternidad ruso siria;
otro paso típico de estos modelos de intervención militar. Rusia ha desplegado
decenas de carros de combate y unos treinta aviones de combate en Siria. Pero
los ataques de Rusia no han ido contra el estado islámico sino contra los insurgentes
moderados, la mayoría sunitas que eran apoyados por Turquía y Occidente. Rusia
ha decidido reforzar al régimen de Assad para luego con el soporte militar de
Irán derrotar a los sunitas en Irak y Siria, y establecer una alianza o
confederación chiíta entre las tres naciones. De momento le quieren dejar el
trabajo sucio contra los radicales del Daesh a Occidente con los riesgos que
esto implica para los países europeos.
Turquía está perdida en este
juego. Por una parte castiga a los kurdos que están frenando al Daesh y a los
iraníes, pero por otra se puede encontrar con cientos de kilómetros de frontera
con un mundo chiíta enemigo históricos de los turcos, que podría sacudirse en
unos pocos años de los acuerdos con Occidente y regresar con el apoyo de Rusia
a la capacidad nuclear.
¿Cuáles serán las consecuencias
inmediatas?:
Cuando Siria haya recuperado con
el apoyo ruso el control del país, prohibirá a las naciones occidentales
intervenir en el conflicto, y entonces con Irán terminará la guerra contra los
sunitas en Irak y Siria.
Las tropas iraníes llegaran a la
frontera con Israel y desde Siria podrán sin grandes dificultades atacar
constantemente al pueblo judío, que se encontrará con la mayor amenaza a su
seguridad e integridad desde que se fundó el estado de Israel y estará obligada
a intervenir en Siria para salvaguardar su seguridad contra una alianza sirio
iraní apoyada por Rusia, que luego jugará nuevas cartas para sacar en Europa
ventajas de las cesiones en Oriente Medio, y esto pasa por un nuevo estatus de
los países del este de Europa.
Los países sunitas liderados por
Arabia no van a permitir que el régimen iraní se expanda de esta manera y
formarán una coalición internacional de países moderados desde Marruecos hasta
el Golfo para impedir que la amenaza se haga realidad. De esta manera un conflicto
militar mayúsculo se formará en la región, y llegados a este escenario,
Occidente ya no podrá hacer nada.
Los errores de Obama aplaudidos
por los regimenes buenistas europeos son los que nos están llevando a este clímax
bélico que se producirá en los próximos meses. Aplaudir las revueltas democráticas
para luego no apoyarlas militarmente, dejándolas a los pies de los caballos
como la revolución en Irán. No reaccionar de una forma determinante ante la
invasión de Crimea; haber dado a entender que la alianza con Israel no era tan
sólida; creer que con Irán podría haber una colaboración sincera; no apoyar de
una forma más activa a sus aliados en la región frente a la amenaza iraní y
sobre todo la retirada de Irak, el mayor error estratégico de Estados Unidos de
los últimos cincuenta años. Ahora entenderán muchos porque era tan importante
Irak en este escenario y la presencia occidental en la región. Si entonces no
queríamos la guerra, ahora la vamos a tener que aceptar porque no habrá otra
alternativa. Lo peor de todo esto es que si Irán se sale con la suya, todos los
movimientos terroristas del Sahel y Nigeria que juraron fidelidad de
conveniencia a Estado Islámico, sin inmutarse, lo harán con Irán y comenzarán a
desestabilizar países como Marruecos y Argelia amenazando ya directamente
nuestros propios intereses nacionales.
Nunca desde la crisis de los
misiles de Cuba, el mundo había estado más cerca del cataclismo como hoy;
evitarlo dependerá de la fortaleza de Occidente y de la inteligencia en la
selección de los apoyos y del manejo de la diplomacia y la fuerza para que se
pueda evitar un conflicto que pueda llegar a adquirir unas dimensiones que no
se nos ocurrirían en nuestras peores pesadillas. Y nosotros mientras distraídos
con discusiones independentistas o de reconocimiento de la existencia de la
nación española, vamos, mirándonos el ombligo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario