Viendo las caras de los reunidos durante
dieciséis largas y tensas horas, puede decirse que nadie salió contento de la
maratoniana cumbre de Minsk en la que tuvieron que fajarse los máximos líderes
de las partes en conflicto, y de la que no surgieron rostros de optimismo, como
no podía ser de otra manera, ya que todos saben que la mitad de los asistentes
a la reunión tienen unas pretensiones que no habían puesto sobre la mesa de
discusión.
La única manera de no llegar a un
acuerdo internacional es cuando los postulados de salida son abiertamente
discrepantes y existen cartas ocultas, y estas dos circunstancias concurren en
la guerra de Ucrania y por esta razón no es posible llegar a un acuerdo
satisfactorio. Se está negociando sobre escenarios virtuales y esto sólo puede
llevar a un fracaso.
Nuestro propósito es analizar el
texto del acuerdo y las interpretaciones que han dado después de su firma los
premieres de Rusia y de Ucrania. El último debería estar más optimista por el
contenido literal del acuerdo que reconoce la integridad territorial del país y
su soberanía, pero quien se mostraba más optimista era Putin, ¿ A qué se debe
esta contradicción? Y en tercer lugar ¿Qué escenarios se abren a partir de
ahora?
El primer problema del acuerdo es
que fija acciones alrededor de dos líneas imaginarias que nadie comparte. Se
habla de partes de dos regiones, se alude a la línea de separación del 19 de
septiembre, que no está claramente delimitada ni consensuada, lo que es normal
en una guerra sin frentes definidos. Perfectamente podrían continuar los
enfrentamientos bajo este acuerdo simplemente basado en una diferente
interpretación de cualquier comandante en la zona de operaciones.
La salida del armamento pesado
solo perjudica a quien lo usa explícitamente y no a quien no reconoce su
existencia. Todavía los rebeldes no han admitido que derribaron con misiles y
asistencia técnica rusa el avión de Malasian Airlines, por lo que perfectamente
ellos no se sienten obligados por dicha retirada. Además dejar el armamento
pesado supone una pérdida de ventaja comparativa táctica para el ejército
ucraniano frente a rebeldes que actúan bajo formas de comandos con armas ligeras.
Todo el supuesto arsenal mencionado por el acuerdo es el de las fuerzas armadas
de Ucrania.
El contenido político del acuerdo
todavía es mucho más difuso y deja demasiadas incógnitas sin despejar.
“Desde el día uno comenzarán
discusiones políticas sobre el futuro de estas regiones y la celebración de
elecciones locales”. “Ucrania controlará la frontera con Rusia y las zonas en conflicto
el día después de las elecciones locales y una vez establecido el nuevo régimen
político para las áreas prorrusas y que deberá estar para finales de 2015”. También
será necesario para el total control del territorio una nueva constitución para
Ucrania, que establezca un estatus especial de descentralización para estas
regiones.
Esto implica que Ucrania deberá
aprobar una constitución bajo la espada de Damocles que si no cumple con lo que
se negocie con los separatistas, Rusia continuará controlando el flujo en su
frontera. Supone una flagrante violación de la soberanía nacional de Ucrania
que deberá votar bajo la amenaza militar rusa.
Poroshenko ya declaró dos días
después de la cumbre que la reforma descentralizadora sería para todo el país
no reconociendo, aunque podría ser una declaración de cara a la galería, el
estatus especial para las zonas rusas. Para Putin, se trata claramente de un
régimen de estado asociado con especiales vínculos con Rusia. Aquí ya tenemos
un amplio segundo frente de discrepancia que puede justificar cualquier
movimiento hacia un recrudecimiento del conflicto amparado en supuestos
incumplimientos de la otra parte. Poroshenko no puede reconocer de derecho las
conquistas militares de los separatistas, y aquí existe otro frente que deberá
aclararse a medio plazo, si antes no se dinamita el acuerdo completo.
El tercer grupo de acuerdos se
refieren a la normalización entre las partes, y no son muy diferentes de otros
acuerdos similares; entrega de prisioneros, restablecimiento de servicios
básicos, perdón y amnistía, aunque este último podría ser contrario a la
jurisdicción universal del tribunal penal internacional. También se establece
el restablecimiento del flujo de pagos y pensiones, lo que se antoja difícil si
no hay una ayuda financiera urgente a Ucrania, que se haya en una situación técnica
de quiebra, provocada por la agresión rusa, que primero invadió militarmente
Crimea, y que ahora pretende extender a las zonas prorrusas de Ucrania el
control efectivo.
Sobre la salida de fuerzas
extranjeras combatientes de Ucrania, las interpretaciones son de lo más
dispares. Para Putin se trata de una victoria ya que deberán salir los
mercenarios de la OTAN que actúan con el ejército ucraniano; mientras que
Poroshenko entiende que es una clara alusión a las tropas rusas combatientes.
Si la salida de unas tropas como las rusas está condicionada a la salida de
unas inexistentes tropas de la OTAN, cómo se van a dar las bases para la
reciprocidad.
¿Qué puede ocurrir a partir de
ahora? No parece plausible creer que los rebeldes que controlan militarmente
una parte importante de territorios de influencia rusa, vayan a perder el
control para una autonomía administrativa que no llegaría a la que tiene
Galicia en España. La crudeza del conflicto que ha arrasado ciudades y pueblos
no se va a solucionar con medidas administrativas. Mientras que las autoridades
ucranianas no tengan el control efectivo de todo su territorio difícilmente se
podrán implementar las medidas políticas, y los prorrusos no van a abandonar
todas sus posiciones hasta no ver cómo sus aspiraciones se han cumplido. Este
es el verdadero talón de Aquiles de los acuerdos; pretender que los rebeldes
van a trabajar a favor de Ucrania y de su ejército, cuando tienen el control
administrativo y militar de los territorios del Este.
El resto de los acontecimientos
caerán por su peso; vendrán acusaciones de incumplimiento por ambas partes;
nuevos ataques y un recrudecimiento del conflicto. Los prorrusos no cesarán
hasta ocupar Mariupol que tiene un carácter estratégico para la viabilidad económica
y estratégica de las repúblicas autónomas, y hay que tener en cuenta que con el
acuerdo, no existe oposición militar para que los rebeldes puedan avanzar los
treinta kilómetros que les separan de la importante ciudad del Mar Negro de
mayoría rusa. Poroshenko ya ha anunciado una movilización general en todo el
país si los acuerdos no se cumplen, y podría poner una fuerza seguramente sin
armar de un millón de efectivos, pero que hundiría al país en el caos y
entonces la situación se nos habría escapado de las manos a todos.
¿Cómo reaccionarán las potencias
occidentales ante una escalada del conflicto? Existen a mi juicio dos elementos
que pueden ser dinamizadores de un cambio, aunque la dirección del mismo podría
ser positiva o negativa. Una extensión del actual conflicto con el apoyo
militar ruso y la inacción de occidente, salvo las sanciones económicas,
llevaría a los separatistas a ocupar la mitad del país que podría considerarse
de mayoría significada rusa. Ucrania no tiene gasolina para sus carros para mas
de diez días ni recursos para sostener un conflicto más de cuatro semanas con
cierta capacidad de combate. Ucrania no está en condiciones de mantener la
unidad de su país si no se produce una neutralidad de Rusia, y está claro que
no podemos confiar en este elemento como base para una paz.
La entrega de ayuda financiera a
Kiev le ayudaría a evitar el colapso, pero sin ayuda militar no se provocaría
un equilibrio del conflicto, y la consecuencia sería más hambre y destrucción.
La ayuda militar como se propone desde Estados Unidos por algunos asesores y
congresistas, ayudaría a equilibrar el conflicto, pero sin duda justificaría a
Rusia para actuar abiertamente en el sentido contrario, teniendo el control
fronterizo en más de mil kilómetros, mientras que su ejército podría llegar a
Kiev en menos de una semana si se lo propone, que es el tiempo que se tarda en
convocar una cumbre extraordinaria de la Alianza Atlántica o la Unión Europea.
El único que puede desatascar
esta madeja es la parte más débil que es Poroshenko. Si ahora apuesta por una
amplia autonomía que incluso pudiera lugar a una segregación de ciertas partes
de Donetsk y Lugansk, sería un mal menor y podría dejar definidas las fronteras
de una manera mas estable, como ha ocurrido con Crimea. Si se afana en mantener
la unidad territorial sin contar con los medios militares, la pérdida puede ser
total. Poroshenko tiene claro que Europa dejará caer su régimen antes que
provocar un conflicto de dimensiones incalculables en Europa. Occidente ya
buscaría otro frente donde devolverle a Rusia su afrenta y donde la Alianza
Atlántica tenga una posición más sólida.
La intervención de tropas
internacionales no estaría justificada en modo alguno, ya que no existe acuerdo
entre los bandos y además supondría la separación de facto del país amparado
por la comunidad internacional, algo similar a lo ocurrido en Chipre; y además Rusia
no va a permitir que tropas de países de la OTAN participen en dicha misión de
Naciones Unidas.
No obstante Europa no puede bajar
la guardia con Rusia ni asumir posiciones de hecho ganadas con la fuerza y la
mentira. Deberá profundizar con nuevas sanciones y adoptar medidas militares
ante una nueva escalada militar rusa. Nuevas bases avanzadas de la OTAN en el
este de Europa, protección contra misiles en Polonia y Rumania, y un nuevo
paquete de sanciones económicas y tecnológicas, deberían ser una reacción
normal, pero que encontrará nuevas y agresivas medidas por parte de Rusia. Pero
si no se hace nada, y visto como actúa Putin, las consecuencias para Europa
podrían ser devastadoras y se pondría en riesgo todo lo conseguido desde la caída
del muro de Berlín. Volveríamos a los tiempos de la guerra fría pero en unos
tiempos muy diferentes cuando existen unos lazos económicos con Rusia que no
son fáciles de deshacer, especialmente para los europeos que tienen muchos
intereses económicos en el gigante ruso.
En la guerra y en la estrategia
internacional lo más importante es saber cuando se ha perdido un terreno que
costará mucho recuperar y que en caso de intentarse dejará unas heridas mucho
mayores. Siendo éste el escenario, Europa debería dar un fuerte apoyo a una
Ucrania europea, pero reconociendo los deseos de la población del este de
adherirse a Rusia. Para Europa que las regiones separatistas se adhieran a
Rusia sería mayor garantía de control y estabilidad que mantenerlas con estatus
indefinido que será una larga fuente de conflictos. Lamentablemente cualquier
otro escenario supone un empeoramiento de la situación lo que no deseable para
ninguna de las partes.
Estamos ante una situación en la
que ningún país quiere verse de “catch 22”. Una política agresiva frente a
Rusia unirá a un pueblo fuertemente nacionalista a su presidente; no se
conseguirán avances concretos pero se creará un clima de conflicto permanente
que ya vivimos durante la guerra fría. No hacer nada, dará alas a los halcones
que gobiernan en Rusia para continuar su expansión política y militar como declaró
recientemente el ministro de defensa de Rusia al indicar que su objetivo es ser
la primera potencia militar del mundo en cinco años, y esta dirección se
acompaña a una ambición expansionista que no se limitará a Ucrania. Moldavia,
Georgia, Azerbaijan, repúblicas bálticas, Polonia y la alianza en el
Mediterráneo con los países de religión ortodoxa, marcan su hoja de ruta, mientras
que mantiene una posición ambigua frente a estado islámico y fortalece sus
lazos con Corea del Norte y China. Hasta dónde podrá Rusia implementar este
mapa dependerá de la voluntad y fortaleza de los países occidentales que no
están en la tesitura de los años cincuenta y sesenta cuando sentía la amenaza
de la revolución bolchevique en sus nucas y existía una mayoría social
claramente anticomunista. Si Stalin en 1945 se hubiera enfrentado a Obama,
Merkel o Hollande, ya haría años que en todo el mundo se celebraría la revolución
de octubre. Éste es nuestro drama de hoy.
No hay comentarios:
Publicar un comentario