Decía el presidente Truman que si
querías un amigo en Washington debías comprarte un perro e imagino que Donald Trump
ya debe estar comprando una camada porque parece que no va a tener muchos más
amigos en la capital de los Estados Unidos de América, sobre todo después de su
primera comparecencia pública en la que ha incurrido en todos los errores que un
asesor aconsejaría no cometer nunca.
Siempre hemos tenido la impresión
que el denominado establishment
norteamericano era un complejo equilibrio imperfecto de poderes, pero a fin de
cuentas equilibrio. Por una parte, la presidencia limitada en su actuación por
el Congreso y Senado, que ya se llevó por delante a un presidente y casi se
lleva a otro por convertir el despacho oval en un burdel y un Tribunal Supremo
de ancianos ilustres, convertido en el máximo garante del cumplimiento de la
Constitución.
Luego se halla una compleja red
de organismos de seguridad, básicamente el FBI, la CIA y la NSA. Su misión, garantizar el orden y la libertad fuera y dentro de Estados Unidos. Su usual
independencia, aunque a veces se ha comportado como un quinto poder, también contribuye
a garantizar este equilibrio imperfecto. Uno puede estar convencido que son un
desastre y si así lo cree, debe cambiarlos de arriba abajo, pero la seguridad
del país y de Occidente se basa en la creencia de que nuestros servicios de
seguridad son eficientes y creíbles. Socavar desde la máxima institución su
capacidad, es poner a la nación americana en serio peligro, y esto es una irresponsabilidad
de Trump; quizás su mayor error que puede costarle muy caro. Tener enfrente a
todos los servicios de inteligencia, los propios y ajenos, no parece una idea
muy sugerente para un empresario con tantos negocios, algunos muy exóticos, y
que aspira a tener una larga presidencia.
A su vez un maduro proceso
constitucional ha proporcionado al mundo la seguridad del cambio tranquilo, un
aspecto crítico para garantizar la estabilidad mundial. Un país que apenas ha
introducido 27 enmiendas en su Constitución después de 230 años y que se basa
en unos principios sólidos y con un gran consenso, y donde la cortesía política
ha predominado en los procesos electorales y en las transiciones presidenciales.
Sin embargo lo ocurrido en la campaña
electoral presidencial y el grotesco proceso de sucesión al que estamos
asistiendo desde las elecciones de noviembre, muestran que algo o bastante
huele a podrido en la capital del imperio. Podría afirmar que estamos
asistiendo a un intento de golpe de estado en toda regla que podría ocasionar
una crisis política sin precedentes en los Estados Unidos.
Comencemos con el primer elemento
de este proceso de degradación a considerar. La semana pasada los servicios de
inteligencia presentaron al presidente saliente con el objetivo y nada
predictivo título de “ Asesorando sobre las actividades e intenciones rusas en
las recientes elecciones de Estados Unidos: El proceso analítico y la
atribución del incidente Ciber”, clasificado como alto secreto, y difundido por
los custodios de la confidencialidad a los medios de información el mismo día
de su presentación. Este hecho ha venido a culminar una meditada y cuidadosa
campaña destinada a socavar la legitimidad de la presidencia de Donald Trump,
como nunca antes había ocurrido, proceso orquestado nada más y nada menos que
por el candidato perdedor y por el presidente de los Estados Unidos.
La lectura del informe
desclasificado me ofrece una imagen de chapuza similar a la que demostraba con
total seguridad que había armas de destrucción masiva en Irak o que la embajada
norteamericana en Libia se encontraba segura.
Es muy posible y hasta
comprensible y no por ello justificable que Putin haya ordenado a sus servicios
de ciberataques y de propaganda hacer todo lo posible para que ganase un
candidato más afín. Pero no es ni la primera ni la última vez que ocurre. ¿No
estuvo acaso el KGB, y hay informes que así lo atestiguan, involucrado en
apoyar la candidatura de Carter en 1976? ¿Cuál es la novedad? Que Rusia intenta desestabilizar a
Estados Unidos; ¿Pero realmente alguien esperaba algo diferente cuando hay
tantos intereses en juego?
Es cierto que las redes sociales
permiten hacer llegar más desinformación a cualquier sitio y a la velocidad de
la luz, y eso convierte a acciones que podrían ser menos lesivas, como ocurría
con los periódicos de Hearst a comienzos del siglo XX, en tremendamente
dañinas. Pero ¿Ha ordenado Putin asesinar a algún candidato? ¿Ha proporcionado
fondos de forma ilegal al partido republicano? ¿Ha alterado los votos
electrónicos? ¿Es Rusia y no el electorado americano quien ha elegido a Trump?.
Todo lo que dice el informe es
que el presidente del partido comunista ruso declaró que si ganaba Trump bebería
champagne o que en una entrevista de Russia
Today a Julian Assange sobre wikileaks afirmaba que Rusia no tuvo nada que
ver con la publicación de los subversivos mensajes al interior del partido
demócrata que le costaron el puesto a la presidenta de la convención,
precisamente para acusar a Rusia que está detrás de los ataques. Diríamos para
ser suaves que el informe es flojito en cuanto a las evidencias.
Pero más de allá de todo esto ¿Qué
hay detrás de que el presidente Obama haya solicitado este informe que se
publica a quince días de la toma de posesión de Trump y que pareciera que
estaba escrito antes de que se celebraran las elecciones? Y ¿ Por qué alguien…
ha ordenado filtrar a la prensa antes de que fuera informado el propio candidato
electo?
Pareciera que Clinton debía ser
presidenta a cualquier precio. Quien cometió acciones fraudulentas en su propio
partido fue Hillary. Quien compartía información sensible de su cargo con
personas de dudosa reputación o sin motivo aparente era Hillary Clinton. Quien
consiguió los mayores recursos financieros para ser presidenta fue Hillary
Rodham Clinton, no el supuesto millonario Trump, que no dudó en denostar y
estafar a su contrincante Bernie Sanders en el partido demócrata alterando de
forma consciente la voluntad del establishment
de su partido.
Quien tardó casi un día en
reconocer una victoria sin paliativos de Trump fue Hillary, un hecho sin
precedentes en la historia electoral. Algún día sabremos que pasó en aquellas
horas anteriores a que el presidente electo Trump adquiriera el derecho a
recibir información sensible, una vez admitida su victoria.
Todo esto podría quedar como una
pataleta si no fuera por los acontecimientos bochornosos que han continuado
acaeciendo en los siguientes semanas.
En primer lugar, el propio
presidente Obama sembrando la sombra de la duda sobre la victoria de Trump en la
base de un hackeo electoral que se
demostró inexistente. A continuación poniendo todas las minas posibles al próximo
gobierno republicano. Reformando de urgencia el Obamacare para mantener en contra de la voluntad popular algunos
aspectos de su inabordable sistema de salud universal; votando en contra de
Israel en el Consejo de Seguridad por primera vez en treinta y seis años, en
contra del criterio del presidente electo y asistiendo a una cumbre en París
para impulsar el proceso de paz en Oriente Medio el día 15 de enero, solo a
cinco días de terminar su mandato, sin llevar a ningún asesor de Trump.
Y toda esta lista de
despropósitos con el evidente objetivo de desacreditar al nuevo gobierno
legítimo, culmina solicitando a los servicios de seguridad que publiquen un
informe de conjeturas acusando a Trump de ser un instrumento de Putin, o más
bien de situarlo en el mismo equipo en contra del equipo de Estados Unidos
liderado obviamente por Obama. En definitiva lo que este informe pretende
demostrar es que en Estados Unidos se ha producido un golpe de estado que ha
torcido la voluntad popular y que supone la entrega de la Casa Blanca a una
potencia extranjera. ¿Alguien cree que Trump necesitaba ponerse de acuerdo con
Putin para ser presidente?
Situar el foco de atención en
Putin y en su posible connivencia con Trump en contra de Estados Unidos sólo
puede obedecer a tres razones a mi juicio.
Primero, una venganza de Obama por
cuando le acusaron, al principio de su mandato los republicanos, de ser un
aliado del Islam radical, dudando incluso de su propia nacionalidad. Esta
actitud del partido republicano no es muy diferente de ésta, pero al menos no
involucraba a terceras potencias ni pasaba de declaraciones de personajes de
segundo nivel. Es decir Obama quiere que Trump pase por todo el calvario por el
que él teóricamente pasó. Aunque esta teoría me resulta atractiva, y no desdeño
que haya sido un elemento coadyuvante en esta campaña, no creo que haya sido
determinante.
La segunda teoría sería que Obama
considera que Trump es una amenaza a la libertad y la seguridad y está
sembrando la bases para un impeachment
en el que no será difícil encontrar muchos aliados en el partido republicano.
Es decir la teoría de la conspiración bipartidista por la cual la presidencia
de Trump sería inviable y debería ser reemplazado por el vicepresidente, un
republicano más a gusto del partido. Esta teoría no es descabellada
considerando que Trump cometerá suficientes errores como para cimentar esta hipótesis.
Si Trump se acerca a Putin, entonces será una evidencia de la connivencia
Trumputin; si no se enfrenta al líder ruso y Putin sigue en la línea de su acción
unilateral agresiva en Ucrania y Siria, también quedará en evidencia. Si se
enfrenta a Putin de manera abierta, podría perder un aliado esencial para
mantener la estabilidad en muchos lugares del mundo donde Estados Unidos ha
perdido la ascendencia y además el propio presidente ruso podría ponerle en
serio apuros. En definitiva, Obama habría puesto a Trump en una situación
“Catch 22” de imposible solución.
La tercera teoría tendría como
objetivo alejar el foco atención de los problemas reales o más bien de algunos
hechos que es mejor que no salgan a la luz; es decir la teoría de las
diversión. Es muy posible que las filtraciones y manipulaciones en el partido
demócrata y en particular durante el ejercicio de la secretaria Clinton sean de
mayor gravedad de la conocida, y que cuestionando el triunfo de Trump y a su
vez acusando a los malos, a los enemigos de una campaña de difamación y
manipulación, la opinión pública se olvidará de uno de los mayores ataques al
sistema democrático norteamericano cometido al interior del partido demócrata
por su candidata, que pretendía como si fuera un líder del PRI, ser nominada
presidenta por la vía digital. Clinton perdió seguramente frente al peor
candidato, pero los norteamericanos que no son tontos, otra de las falacias de
las que nos quieren convencer los demócratas ahora, sabían que Clinton no era
de fiar y que sus políticas e intereses personales no eran lo que Estados
Unidos necesitaba.
Los demócratas vienen a sostener que
Putin se puso de acuerdo con Trump para que los americanos siguieran los
dictados del Kremlin votando a los republicanos; y en el fondo Trump y Putin
van a saquear al mundo para convertirse en dos poderosos dictadores
multimillonarios. Pues parece que Putin lo planteó muy mal porque le pillaron a
la primera, y los rusos no suelen ser tan chapuzas en cuestiones de desinformación
y propaganda.
Ante una situación de máxima
gravedad, el presidente electo ha salido a la defensiva en su primera rueda de
prensa, es decir al ataque, y ha generado de nuevo una gran sombra de sospecha.
La existencia de videos y de grabaciones de todo tipo ya en poder de varios
medios de comunicación, podrían complicar y mucho la vida futura del
presidente.
Lamentablemente para mi que
siempre he creído en la capacidad y liderazgo del partido republicano, el
bochornoso espectáculo de un futuro presidente tratando a sus vecinos de
enemigos; por menos se han declarado guerras en el pasado, y a los enemigos de
amigos; saltándose la primera enmienda al coartar la libertad de información y
expresión; criticando y burlándose de los pilares de la seguridad y utilizando
un lenguaje inapropiado, justifica que el partido republicano se separe cuanto
antes de este liderazgo si no quiere cercenar su futuro político. No se puede
esperar de tanto despropósito nada positivo para Estados Unidos .
Estados Unidos es un régimen
presidencialista y las declaraciones de su presidente hacer caer o subir las
bolsas con un impacto inmediato. Medio mundo se despierta analizando cada
palabra que emana de la Casa Blanca sobre cualquier asunto y evalúa sus
capacidades para responder a una crisis. No quiero ni imaginar a Trump en una
cumbre internacional. Para mi es una mezcla entre Yeltsin y Putin; una mezcla
de esperpento y autoritarismo. Alguien así es incapaz de liderar un país o al
mundo libre; de crear empleo en un país que no supera el 5% de desempleo, y de
reducir la deuda y el gobierno que es lo único que un republicano de bien
esperaría que hiciera su presidente electo.
Lo cierto que en todo este
proceso estamos asistiendo a un momento absolutamente novedoso; quizás la mayor
crisis política en Washington desde que otro republicano, Abraham Lincoln, fue
elegido presidente y de cómo se resuelva esta situación va a depender el futuro
de la humanidad. Todo el mundo está pendiente de Estados Unidos y el Congreso y
el Senado observan las acciones de Trump con lupa mientras que crece la opinión
de que las revelaciones que están por aparecer arruinarán la presidencia de Trump.
Los republicanos apoyarán al presidente mientras que el coste de echarle sea
mayor que el de mantenerle, pero es posible que cada día que Trump cometa un error, y
parece que cometerá muchos más, el precio de derribarle será cada vez menor. El
partido republicano llegará un día que deba terminar con Trump antes de que
éste acabe con el partido.
Necesitamos recuperar la fe en
Estados Unidos, en su gobierno y en sus instituciones de seguridad e
inteligencia, porque de ellas depende también nuestra seguridad colectiva. Ya
hemos visto en estas últimas semanas que el próximo expresidente Barack Obama, sus mentores Bill Clinton y Al Gore y su
instrumento ejecutivo Hillary Clinton, no sólo no aceptan su derrota sino que
además están dispuestos a situarse enfrente del presidente Trump por
patriotismo; una excusa demasiado manida para rebelarse contra tu propio país.
Trump, si quiere permanecer en el cargo, no debe desdeñar su capacidad de
acción y movilización y por ello debe buscar aliados también en el partido
demócrata, para anular un permanente boicot de las cámaras. Desde 1924 los
republicanos nunca habían tenido tanto poder en los estados, en las cámaras,
próximamente en el Supremo y con la presidencia. Pero en dos años todo este
caudal se puede perder teniendo en cuenta la mayoría de voto demócrata en las
presidenciales, la acción de descrédito del establishment demócrata con sus
poderosos lobbies contra la Casa Blanca y los errores de Trump. Éste es el
verdadero objetivo demócrata. Con una mayoría diferente en dos años, Trump
puede contar con un “impeachment” y no faltarán entonces aliados en el propio
partido republicano.
Pero la crisis del partido
demócrata no es menor. Un presidente incapaz de asumir su derrota y dispuesto a
llevarse a la nación por delante por salvar su teórico legado y un partido que
necesita renovar a sus dirigentes para salir de este oscuro capítulo de su
historia. El partido demócrata debería ya superar esta etapa y buscar un nuevo establishment lejos de los intereses de
los poderosos y más cercano a los que deberían ser sus votantes, minorías y
clases trabajadoras que han votado en un alto porcentaje por Trump.
El nuevo presidente debe actuar
con firmeza para devolver la credibilidad a las instituciones y debe expulsar
de inmediato a todos aquellos funcionarios que no hayan sido objetivos e
independientes en su crítica actuación. Pero si Trump decide ponerse al mismo
nivel que durante la campaña, prometiendo la prisión para Hillary, e inicia una
caza de brujas sin contar con el respaldo de su partido, pueda que no consiga
ningún resultado positivo y que además le den una patada desde Pennsilvania
Avenue a la Quinta Avenida. Es el momento Trump y para superar esta gran crisis
va a necesitar más aliados y menos Twitter y declaraciones y amenazas, y parece
que en principio se resiste, y esto es precisamente lo que esperan Obama y una
gran mayoría del Legislativo.
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