El 19
de junio de 1940 Sir Winston Churchill entregó uno de los discursos más
extraordinarios de la historia de la lengua inglesa. Parafrasearlo me parece un
sacrilegio si no fuera por la realidad de los acontecimientos, pero estoy
seguro que el viejo Winston se hubiera reafirmado en estas palabras, cuyo busto
al parecer recién instalado en el despacho oval debería repetir todos los días
a su arrendatario para explicarle que no debe tomar su nombre en vano, el que lideró la lucha del mundo libre por la libertad y la democracia combatiendo “en las playas, en las casas, en las colinas, en
Francia…”
"Preparémonos para nuestros deberes y no dudemos de
que si el Imperio norteamericano
dura unos mil años, los hombres del futuro dirán: aquélla fue su peor hora"
Resulta muy
difícil describir la ideología y actitudes del nuevo presidente de Estados
Unidos, en especial a la vista de su acción en la primera semana de gobierno.
Hay muchas decisiones que no critico aunque no me gustan como la del muro de
México, promesa de campaña amparada por el propio tratado de Guadalupe Hidalgo
que autoriza expresamente a las dos repúblicas a fortificar sus fronteras, pero
claro el siglo XIX es un escenario muy diferente del actual. Pero quisiera ir
un poco más allá y comprender qué significa lo que está aconteciendo en Estados
Unidos para el resto del mundo.
El 18 de
febrero de 1879, Bartholdi obtuvo la patente para el monumento de la Estatua de
la Libertad a ser erigida en Nueva York y financiada por suscripción popular en
Francia, descrita en los siguientes términos:
“Una
escultura representando a la Libertad iluminando al mundo; la misma consiste
esencialmente de una figura vestida femenina con un brazo en alto soportando
una antorcha mientras que en la otra sostiene una tabla inscrita y teniendo
sobre su cabeza una diadema”.
Francia que
tan importante fue para la Independencia de Estados Unidos, señaló al nuevo
estado americano como el foco que irradia la libertad al mundo; el mensaje para
el globo era meridiano: Estados Unidos velará para que la Libertad alumbre
todos los países y personas de los cinco continentes. Por esta razón lo que
pasa en Estados Unidos es tan importante para todo el mundo.
Gobernar a golpe de orden ejecutiva tiene mucho de show
pero ni tiene fundamentos sólidos ni fortalece al sistema político americano basado en la independencia de los poderes, principio labrado a
fuego en la Constitución de los Estados Unidos. No se puede irradiar libertad
cuando se desconfía de ella o se la considera un problema o un obstáculo.
Gobernar ignorando la voluntad popular y al Congreso es una acto de profundo
autoritarismo propio de otros lugares del Globo que nos parecen muy lejanos a
nuestro modo de vida.
La primera
tesis que quiero mostrar es que Trump no
tiene nada que ver con el liberal conservadurismo que está, o al menos eso
creía, en la esencia de una gran parte del partido republicano.
Quitar el
busto de Luther King del despacho para poner el de Churchill, es un gesto de
mal gusto cuando en una sala tan grande caben los dos perfectamente. Relegar a Luther King a un segundo
puesto es renegar de todos los avances de la integración social y racial en
Estados Unidos. El líder del movimiento de los derechos civiles asesinado en Memphis,
representa la esencia de la democracia y la libertad de Estados Unidos. Negarlo
es una actitud de corte fascista improcedente en la sociedad norteamericana
actual. ¿Cómo se puede instaurar un día del patriotismo cuando se desprecia a
una parte de la sociedad, precisamente la que fue oprimida durante la
esclavitud?. Cuando la patria es el motivo de la división, el conflicto civil
está llamando a las puertas y cuando la fragmentación tiene su origen en el
color de la piel, se llama racismo.
Churchill
fue un gran defensor de la libertad económica y del libre comercio a la vez que
defendió los valores tradicionales del Imperio británico. Admiró los logros de
la integración del Imperio con la metrópoli y defendió la libertad de comercio;
y no dudo en combatir el fascismo y el nazismo con todas sus fuerzas, incluyendo
en su alianza al peor aliado posible, a Stalin. El fascismo y el comunismo son
las dos caras del terror que deberían ser exterminadas de la faz de la tierra
porque representan todo el mal que los humanos somos capaces de infligirnos.
Estoy absolutamente convencido que Churchill nunca hubiera votado por Trump y tengo dudas que la actitud del nuevo
presidente en 1939 hubiera sido igual de solidaria que la de Roostvelt con la
Europa libre.
De Ronald Reagan,
otro de los grandes adalides del movimiento republicano moderno, quisiera traer
a colación sus palabras en el debate presidencial de 1980.
“Creo que ha llegado el momento de que
Estados Unidos y sus vecinos, especialmente nuestro vecino del sur, tengamos un
mejor entendimiento y unas relaciones mejores de las que hemos tenido. Creo que
no hemos sido bastante sensibles por nuestro tamaño y poder. Ellos tienen un
problema de desempleo del cuarenta o cincuenta por ciento… lo que puede
conducir a problemas al sur de nuestra frontera, y entonces podríamos tener un
vecino muy hostil y extraño en nuestra frontera. Mas allá de hablar de
construir una valla, ¿ Por qué no trabajamos con el reconocimiento de nuestros
problemas mutuos, haciendo posible para ellos venir aquí legalmente con un
permiso de trabajo? Y entonces ellos trabajarán aquí y ganarán sus sueldos
aquí y pagaran sus impuestos aquí. Y que cuando ellos quieran regresar puedan
hacerlo y volver y cruzar la frontera… abriendo la frontera de ambos lados y
entendiendo nuestros problemas. Ésta es la única válvula de seguridad que ellos
tienen ahora… creo que podemos tener una excelente relación”.
Y
si Trump quiere saber que significa la esencia del liberal conservadurismo que
dice admirar pero que en el fondo desprecia, no tiene más que leer este capítulo
del magnífico discurso dado por Margaret
Thatcher en el club económico de Nueva York el 18 de junio de 1994. Una
lectura imprescindible; una lección de lo que significa ser liberal en el mundo
actual.
“Permítanme ahora tratar de extraer de la experiencia económica de los
últimos quince años cuatro amplias lecciones.
1). Una economía funciona mejor cuando se construye sobre un marco de
reglas claras y predecibles de las cuales los individuos y las compañías
dependen al hacer sus propios planes.
2). La tarea económica principal del gobierno es enmarcar y hacer
cumplir tales reglas. Sus propias intervenciones discrecionales deben
mantenerse al mínimo.
3). Dentro de estas reglas, los individuos, las familias, las empresas
y otras organizaciones sociales deben tener libertad para perseguir el éxito
con el riesgo de fracasar. Y
4). Aunque los gobiernos rompen a veces las tres primeras reglas, la
opinión pública debería, en la medida de lo posible, avergonzarles de hacerlo y
ansiar volver a observarlas.
¿Pero, no se aplican estas reglas o parecidas en el "Nuevo Orden
Mundial" previsto por el Presidente Bush después de las dos grandes
victorias de Estados Unidos en la Guerra Fría y en la Guerra del Golfo?...
No se equivoquen: Estados Unidos tiene ahora una responsabilidad
única, incluso impresionante. Hoy en día ocupa la posición de los tres aliados
en tiempos de guerra en 1944 y 1945 cuando se establecieron los planes para las
grandes instituciones internacionales como el GATT, el FMI, el Banco Mundial y
la ONU. Será un presidente y un congreso Americano quienes tengan la voz
dominante en la elaboración de cualquier nuevo modelo.
Una de esas reglas –es que los estados no deben cometer una agresión
no provocada contra otros estados- ha sido triunfantemente justificada por la
exitosa liberación de Kuwait por parte del Presidente Bush. Tan triunfante, de
hecho, que es poco probable que sea desafiada de manera clara durante un tiempo
considerable.
Pero, ¿Debería haber nuevas y más ambiciosas reglas en el futuro?
¿Debemos seguir haciendo la vista gorda a las violaciones totalmente atroces de
los derechos humanos siempre que estén confinadas dentro de un país? Incluso si
esas violaciones envían a miles de personas, como los kurdos que huyen a los
estados vecinos como refugiados, desestabilizando a esos vecinos en el proceso?
Y si vamos a tener reglas tan amplias -que seguramente serían un paso
hacia un mundo más civilizado-, ¿Quién las hará cumplir? ¿Y bajo qué autoridad?
Y quizás la pregunta más importante de todo: ¿estará el pueblo
estadounidense dispuesto a asumir el papel de Atlas que sostiene este nuevo
orden mundial? ¿O, como en los años veinte, la ingratitud del resto del mundo
los persuadirá a retirarse a un aislamiento económico hemisférico?
¡Déjeme contestar a esa última pregunta inmediatamente!
Creo que el pueblo estadounidense estará preparado para aceptar esta
carga de liderazgo mundial y actuar como agente en última instancia de la
comunidad internacional, pero sólo si Estados Unidos puede confiar en el apoyo
de sus aliados, no sólo en coaliciones militares ad hoc, sino en una alianza
más amplia que abarca las relaciones comerciales y económicas, así como la
ocasional acción militar.
¡Creo que saben que no soy marxista! Así que no creo que la economía lo
determine todo. Pero estoy convencida
que no se puede tener una unidad política y diplomática en un Occidente
amargamente dividido sobre las relaciones comerciales y económicas.
Recordemos que el orden mundial establecido en 1945 fue sostenido
sobre la base de la cooperación económica occidental. La alianza militar de
Occidente y la prosperidad de la posguerra nunca hubieran podido lograrse sin
el Plan Marshall y, más tarde, con el crecimiento del comercio dentro del marco
ordenado de las reglas proporcionadas por el GATT, el FMI y el Banco Mundial.
Sin embargo, esa imagen tiene que ser matizada. Desde mediados de los
años setenta, el volumen del comercio ha seguido creciendo, pero a un ritmo más
lento que el anterior respecto a la producción mundial total. Esto es en parte,
porque ha habido un crecimiento en las formas encubiertas de protección. Nuestro
reto actual es evitar que el mundo vuelva a la protección y en su lugar dar un
nuevo impulso a un comercio más libre.¿Cómo se puede hacer esto? Debemos
respetar las normas del GATT y, cuando sea posible, ampliar su aplicación.
Acojo con satisfacción
la creación de un área de libre comercio entre Estados Unidos y Canadá y la
perspectiva de su extensión a México. Estas reformas deben fortalecer las
economías de sus dos vecinos
y mantener el costo de vida para los estadounidenses.
Sin embargo, es vital que estos no sean pasos hacia un mundo de tres
bloques proteccionistas construidos alrededor de los Estados Unidos, la
Comunidad Europea y Japón. Hay quienes en Europa consideran la perspectiva de
dos bloques de este tipo, que participan en el comercio gestionado con un nuevo
Superestado europeo, con aparente ecuanimidad e incluso entusiasmo. No estoy entre
ellos”.
Trump no defiende la
libertad, no cree en la democracia; se cree miembro de una raza superior, no
defiende los valores cristianos ni de ninguna otra religión, ni a la familia; sólo
cree en su empresa privada, no cree en la libertad de prensa ni de expresión.
El poder está en exclusiva al servicio de su idea. Trump no representa a los
valores intrínsecos al partido republicano, pero ahí está con su aval.
La segunda tesis pretende desenmascarar hacia dónde
quiere llevar Trump a los Estados Unidos. Ha ganado unas elecciones sin tener
la mayoría, es legal, pero no es legítimo utilizar esta debilidad para demoler
al contrario y conseguir por la vía de los hechos lo que no se consiguió en las
urnas.
Para unir a la población a su causa es necesario hallar
un enemigo débil; durante siglos fueron los judíos, para Trump son los mexicanos.
Ellos son los culpables de todos los males de la nación; y toda una masa
enfervorecida aplaudirá los desmanes, aceptando las explicaciones manipuladas.
El siguiente paso es deslegitimarlos dudando de su
derecho de voto como causantes de un gran fraude; y de ahí el siguiente acto
será asegurarse que todos los que pueden amenazar su mayoría podrán votar;
luego los expoliarán con impuestos especiales para pagar los muros del nuevo campo
de concentración y finalmente se verá impelido por sus propios medios que le
jalean, a menospreciar y ahogar al vecino para hallar una causa común que una a
todos en una irrefrenable ambición, absurda en el siglo XXI, pero que muchos
creerán manipulados por los lenguajes simplistas y populistas.
El esquema es
tremendamente similar al desarrollado por los autoritarismos en los años treinta. Poco a poco se irá
liberando de ataduras a medida que sus detractores son perseguidos, los medios
de comunicación críticos, vilipendiados, amenazados y cerrados, y los acérrimos
seguidores convertidos en instrumentos de su poder. Justificar la tortura por
su eficacia sería una frase que Heydrich, “ la bestia rubia” o Laurenti Beria pronunciarían como propia.
No nos
equivoquemos Trump no es un conservador; no es un liberal al modo europeo; no
es un demócrata al estilo occidental. En algunos modos se asemeja a aquéllos contra los que las
democracias lucharon en los años treinta. Si Trump se perpetúa en el poder y Estados Unidos deriva al abismo ¿Es
éste el aliado que queremos tener?; ¿En el que vamos a depositar el arsenal de
la democracia incluyendo el nuclear?; ¿Al que vamos a ceder nuestros
territorios para su expansión militarista?. Si la estatua de la libertad ya no
nos irradia el poder de la democracia, Estados Unidos no nos sirve ni como
aliado ni como socio. Confío mucho en que el sistema político americano no sólo
sea capaz de entender lo que se le avecina sino de impedirlo y devolver a
Estados Unidos a la senda que ha hecho que sea el país más importante y
relevante del mundo libre y que muchos seamos sus más profundos admiradores. La
amenaza al orden mundial es cierta y peligrosa. Si Trump deja el camino
expedito con su aislamiento, serán otros los que ocupen su lugar y pronto
veremos como el presidente chino visita Canadá y México y así Trump encontrará
una nueva oportunidad para justificar su estrategia. España no puede quedar al margen de este conflicto y tiene a su vez una
gran oportunidad en América Latina. La doctrina Monroe en 1823 tenía un
objetivo sustituir la influencia española por la norteamericana en el
continente. Después de 200 años Trump acaba de derogar la tesis
intervencionista en América Latina, así que no dejemos pasar este momento.
En su nueva estrategia global Trump firmará un nuevo
pacto de no agresión con Putin, tan ignominioso como el firmado entre Molotov y
Von Ribbentrop, para repartirse el globo, ya que no están tan distantes
ideológicamente y ambos buscarán debilitar a Europa promoviendo movimientos alternativos.
Gran parte de la culpa de lo que acontece la tienen
los partidos tradicionales que han generado la creencia de que los gobiernos
pueden resolver todos los problemas de la sociedad y que sin embargo no han
sabido prevenir y eliminar la amenaza del terrorismo yihadista ni mantener el
crecimiento económico. Han sembrado las bases para el desarrollo de los
populismos, pero no por ello estos últimos son mejores. Es la gran oportunidad
para volver a las raíces de nuestro sistema político liberal y reaccionar con decisión
contra las amenazas, si no, los que tomarán el relevo serán mucho más
destructivos.
Pero la amenaza del nuevo autoritarismo se nos puede
colar con lenguajes simplistas islamófobos, racistas o nacionalistas. La
repetida frase de “no nos podemos permitir ser políticamente correctos” del
presidente Trump es exactamente el mismo pensamiento de los movimientos antidemocráticos de
comienzos de los años treinta. La derecha alternativa y la izquierda populistas son hijos de los fracasos de los partidos tradicionales que deben redefinir su papel en las sociedades modernas. Quizás si Trump sirve para que se produzca un regreso a los principios que crearon el sistema politico y social más robusto y beneficioso de la historia, su presidencia ya merezca la pena, aunque sea solo por eso.
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