viernes, 28 de junio de 2024

LOS MERCADOS APUESTAN POR LA DEFENSA ¿HASTA CUÁNDO?

LOS MERCADOS APUESTAN POR LA DEFENSA, ¿HASTA CUÁNDO?


Una guerra es a la industria de Defensa lo que una pandemia a los fabricantes de geles hidroalcohólicos y vacunas. Son dos sectores que se benefician de hechos impredecibles y con un alcance muy doloroso, y que necesitan anticiparse a estos improbables fenómenos invirtiendo en investigación y sosteniendo las líneas de producción durante mucho tiempo sin grandes expectativas de beneficios. Como vimos en 2020 con el COVID y ahora con la guerra de Ucrania, la percepción sobre la necesidad de invertir y el precio de los productos se convierten en algo irrelevante cuando hay bienes tan importantes en juego.

Por estas razones, evaluar a largo plazo a la industria de Defensa por las circunstancias particulares de una amenaza o un conflicto, será siempre sesgado, ya que llegará un momento, que esperemos que sea pronto, en el que se desinflará el globo y todo lo avanzado puede quedar en aguas de borrajas. Con esta perspectiva debemos juzgar a este sector que vio desaparecer al 70% de sus industrias militares en Estados unidos al terminar la Segunda Guerra Mundial.

Durante años se escuchaba decir en los despachos de financieros y directivos de empresas que lo mejor para conseguir financiación o mejorar la salud del inversor era ocultar la actividad de Defensa. Nos sorprenderíamos ahora de ver a empresas que negaban formar parte del sector por razones de oportunidad, y que por la misma razón ahora espolean a los cuatro vientos su carácter militar, es legítimo y además oportuno.

Resulta difícil evaluar a un sector cuya salud depende de lo que sus gobiernos decidan poner en el presupuesto de Defensa, más en casos como el español, donde aprobar presupuestos se ha convertido en una tarea casi imposible. Da igual lo mucho que una empresa pueda invertir, o lo eficiente que sean sus procesos internos, sin demanda, están condenadas a la desaparición. Si la contratación es muy alta, todos las deficiencias serán maquilladas por el incremento de las ventas.

También resulta difícil examinar una industria que tiene tan pocas empresas cotizando en bolsa, teniendo en cuenta que muchas de ellas son familiares o participadas por fondos de inversión, y en algunos países, con una importante participación estatal en el accionariado. Pero a pesar de todo ello, sea quien sea el propietario, los objetivos de las empresas son los mismos: la rentabilidad sostenida a largo plazo, la innovación y la presencia en terceros mercados, por lo que la sensibilidad de los mercados será la misma con independencia de la estructura de propiedad de cada empresa.

Si analizamos el caso del mercado español, a pesar de que estamos en una fase expansiva de la inversión militar, no podemos olvidar que entre 2008 y 2018, hubo contratistas principales que no recibieron ningún contrato significativo, debido a la contracción de la demanda. Como esta época de crisis no coincidió con ningún factor de inseguridad global, no se arbitraron medidas para mantener el sector. Poco o nada preocupaba que desapareciera. Ahora con la plena expansión del conflicto de Ucrania, aquellos que más sufrieron la crisis por enfocarse exclusivamente en el campo militar, son las que más rentabilidad están obteniendo, pero si la guerra de Ucrania no se hubiera producido, el 50% de este sector ya habría cerrado sus puertas en Europa.

Sin este esfuerzo del sector privado militar en España en estos años de sequía, ni compensado ni valorado, no habría ahora industria militar en Trubia, en Palencia, Granada, Madrid, Burgos, Valdepeñas, Navalmoral, Albacete o Zaragoza y a Ucrania estaríamos enviando uniformes y raciones de campaña.

Nadie se preocupaba entonces de conceptos como el campeón nacional porque no había nada que recompensar a tan digna posición. Pero, por esa misma razón, pensar que esta situación va a durar siempre, sería un grave error. Un día Putin, se levanta de una noche con su joven novia, sufre un infarto, lo entierran en la Plaza Roja, y de golpe y porrazo la mitad de los programas cancelados. Es cierto que existen otros muchos puntos calientes en el mundo, y en particular China, pero todos ellos ya lo eran hace diez años cuando los presupuestos de Defensa estaban por los suelos.

¿Cómo descontar esta volatilidad a la hora de adquirir una empresa o de hacer una inversión? La respuesta está en la fe, nadie puede asegurar que la situación será igual, mejor o peor en un año, así que la oración puede resultar más beneficiosa que la planificación.

Este cuadro refleja a las principales empresas de Defensa con presencia más o menos intensa en nuestro país. Lo primero que llama la atención es la diferencia de tamaño entre las empresas españolas, italianas o alemanas que han tenido presupuestos de Defensa exiguos durante años de dividendos de la paz, con las de Francia, Reino Unido y Estados Unidos. La primera lección que nos muestra esta realidad es que solo los gobiernos que tienen una política activa militar con independencia de las circunstancias coyunturales, tienen más recorrido innovador y en consecuencia, sus empresas tienen más valor. Todas estas grandes compañías hace diez años ya tenían una enorme capitalización cuando Indra apenas llegaba a los mil millones de valor bursátil, por poner un ejemplo.

La diferencia entre Indra, nuestro líder en los sectores de las IT, sensores y ciberseguridad, y los gigantes con presencia en España como Airbus, General Dynamics o Rheinmetall es enorme, y esta es una debilidad para la industria nacional que debe competir fuera con gigantes y a su vez un reto que solo puede compensarse con una clara apuesta del gobierno por nuestra industria.

La segunda lección y quizás la más importante, es que los gobiernos deben aprender que vivimos en un entorno perpetuo de inseguridad, que la amenaza nuclear no se va a disipar y que con total seguridad, en diez o veinte años, tendremos que afrontar otro reto similar. El esfuerzo de la sociedad occidental por su defensa no puede ni debe terminar con el fin de la amenaza en Ucrania, sino que estamos abocados a mantener un esfuerzo superior al 2% del PIB, para que cuando venga un enemigo de verdad, no nos pille con el pie cambiado o suplicando a los americanos que nos ayuden, porque a saber qué puede pensar la Casa Blanca en diez o veinte años. Si el mensaje es claro, las empresas podrán prepararse y definir sus estrategias, pero si se trata de hacer caja a corto plazo, tengo la impresión de que la alegría va a durar muy poco. Sin guerra, la presión social por el pacifismo puede hacer estragos en Europa, y esto solo se compensa con un gran sentido de la responsabilidad de los gobiernos, de que sean capaces de decir no a muchas necesidades para continuar invirtiendo en seguridad y en esto sí que muchos analistas pueden predecir el resultado.


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