Agustín de Foxá describió con su
prosa elegante la transformación que sufrío España desde una corte
frívola, corroída por la corrupción y las debilidades institucionales que la
habían puesto en manos de unos militares más aficionados al Jerez y a las
mujeres que a sus deberes de Estado, con la complicidad de unos cuantos pre revolucionarios
que pasaron del fascismo al comunismo sin pudor alguno y de los empresarios
arruinados que vendieron a precio de oro sus negocios al estado para crear los
primeros monopolios industriales del siglo XX; hacia la Segunda República y de ahí
al régimen de terror de las checas a partir de la victoria del Frente Popular
en 1936 y que también reflejó con maestría Arturo Barea.
Aunque la España de hoy está muy
lejos de aquella realidad por su fortalecimiento institucional, el desarrollo
económico y el régimen de libertades de nuestra Constitución, hay algunos que
se empeñan en devolvernos a lo más siniestro de nuestra historia, y además
justificarlo en nuestro propio interés, cuando en el fondo sólo se sirven a si
mismos. Cuando alguien justifica su acción en el interés de los demás, salgan
corriendo porque lo que quieren decir es que lo van hacer a su costa.
La corte, es decir el poder
tradicional, ya sea político, económico o cultural necesita una catarsis sin
precedentes en nuestro país. La ciénaga se ha extendido a todos las
instituciones en sentido de Douglass North, incluyendo la Constitución, la Ley,
la Justicia, los códigos de conducta, las costumbres, y todo este catálogo de
elementos que definen nuestro modelo de vida; y nada de lo que ocurre es ajeno a la desertización a la que
están llevando a nuestro país, al que algunos quieren borrar hasta el nombre y
la identidad, sólo para su propio beneficio.
En lo político, desde la más alta
institución hasta el más pequeño concejo necesitan de una involución para
desquitarse de todas las mañas que ya reflejaba nuestra literatura picaresca y
que sin solución de continuidad ha llegado a nuestros días. La dignificación de
la política, la economía y la cultura requiere de una catarsis que no podrán
acometer los que nos llevaron a esta extenuación.
Los casos recientes de corrupción
en el Partido Popular muestran que el partido más importante por número y representación
de nuestro país, es o era o no sabemos con certidumbre, aprovechado por
significados dirigentes a los que ahora se pretende rebajar su importancia como
estrategia de defensa, como la plataforma desde la que se robaba, se
extorsionaba, se defraudaba. Y todo esta calculada y planificada trama actuaba
supuestamente a oídos sordos de todos aquéllos que se beneficiaron
políticamente de toda esta camorra, pero que no querían saber ni conocer. Es
como la madre del hijo que llega borracho todos los días a casa y lo justifica
por una intoxicación alimentaria. España no puede seguir en manos de una red de
corrupción, que siendo minoritaria en número no lo era en calidad y relevancia,
y por el buen hacer y el respeto que merecen todos los militantes y cargos
públicos honrados, el Partido Popular debe refundarse sobre bases y personas
nuevas. El paseíllo de la audiencia cada vez se parece más a las fotos de
familia de gobiernos y parlamentos y ningún país se merece ser maltratado de
semejante manera por los usurpadores de los sueños de los ciudadanos para
esquilmar los bolsillos de los trabajadores y empresarios y crear una política
paralela de despachos e intereses al margen de las instituciones democráticas.
Ignacio González presuntamente representa esta forma política que todos los
gobiernos sucesivos han ido alimentando y de la que se han beneficiado muchos
de los políticos que ahora vemos romper a pucheros cuando se dan cuenta que su
Barbie mundo se está destruyendo, mientras que por la trágica realidad de los
ciudadanos con desigualdades, desempleo y desesperanza, nadie con
responsabilidad ha llorado.
Madrid no esta tan lejos de
Génova como para alegar ignorancia, ¡tanto le querían a Ignacio González que le
firmaban todo sin mirar qué había detrás, por amor de esposa fiel¡. Y todavía
dicen que puede haber más y nos alertan sobre otras posibles vinculaciones con
actos ya casi olvidados como el golpe de estado que supuso el Tamayazo de los
que esta trama no debía ser tan ajena.
Pero la economía también necesita
de una refundación. El empresario pesebre que vive de la subvención y de los contratos
públicos es un mero conseguidor que no necesita organizar sus medios de
producción de una forma eficiente sino sólo tener un amigo sobornable con
poder, y la palabra empresa le viene muy grande, por muchos empleados que
tengan, a lo que parece más bien un casino o un chiringuito. A una parte de la
clase empresarial le falta un poco de ese liberalismo que dicen ambicionar pero
que en el fondo detesta frente a la comodidad del oligopolio o la concesión,
mientras que decenas de miles de autónomos y pequeños empresarios deben sufrir
a Hacienda, a la políticas lingüísticas y a los acuerdos entre suministradores
para encarecer los productos, que constituyen precisamente las fortalezas de
esta clase empresarial podrida que debe ser expulsada de nuestro sistema por
mucho glamour que aporten.
Y también podríamos hablar de la
cultura de la subvención frente a la libertad de creación individual; de la
educación manipulada por intereses políticos, de los sindicatos esquilmando a
los trabajadores y la seguridad social mientras privilegian a sus cuadros.
Y hoy como entonces, la
alternativa a esta corte podrida no la asunción de responsabilidades y la reconstrucción
del sistema, sino su destrucción a través del régimen de las checas que
pretenden imponer Pablo Iglesias y sus brigadas antidemocráticas que
sinceramente no creo que sea compartido por una gran mayoría de sus votantes
que han caído en sus redes empujadas desde un sistema que no ha sabido
responder a sus necesidades, pero que están muy lejos del marxismo leninismo.
Podemos no respeta las
instituciones y en consecuencia no nos respeta a los españoles; somos meros
instrumentos de su ambición de poder para gobernar España bajo el modelo de ese
adalid de la democracia y la prudencia que es Nicolás Maduro, el que se
vanagloria de los asesinatos políticos que su régimen corrupto produce a diario
para que puedan seguir manteniendo los dirigentes, supuestos libertadores, sus
millonarias cuentas en los paraísos fiscales. Tras cualquier operación
populista de izquierda se esconde la ambición irrefrenable por la acumulación
de capital marxista necesaria para la revolución comunista, con la salvedad que
ya no es el empresario el que acumula sino el propio gobierno corrompido.
El máximo exponente de su falta
de respeto por las Instituciones con mayúsculas, aquéllas que aunque débilmente,
nos separan del caos y por eso constituyen su blanco de ataque, es la moción de
censura que anuncia y que no presentará o que transformará, al estilo separatista,
por un referéndum de caja de cartón en la calle tan manipulado como sea posible
para justificar su ataque a unas instituciones que son el enemigo del pueblo,
la misma estrategia de todos los revolucionarios. Pero esta anunciada moción no
lo es contra el gobierno, elemento harto curioso, sino contra otro partido político. El mismo que en 2004 se lanzó a las
calles para violentar la voluntad popular en la jornada de reflexión, pretende
una vez más con ese estilo mezcla de chavismo y matonismo, alterar la voluntad democrática
del PSOE, seguramente en connivencia con su colega de marcha, Pedro Sánchez,
que espera beneficiarse de esta acometida y en caso contrario tener suficientes
elementos para alegar, en su eterna condición de víctima, que el aparato le ha
usurpado su legítimo y casi divino destino a ser secretario general del PSOE, y
unirse al espolón que pretende desmontar el Partido Socialista, la única
barrera que separa a Podemos de alcanzar el poder. Esta y no otra es la
maniobra de Pedro y Pablo, unos trogloditas Picapiedras que sólo saben usar el
menhir como arma de futuro. Eso sí
la moción de censura contra el PSOE es como marca la Constitución de índole
constructiva con un candidato alternativo que no es otro que Pedro Sánchez.
Si el sentido común impera y toda
esta maniobra fracasa, no debe haber piedad con los que un día formaron parte
dentro del PSOE de esta operación que concluyó en 1936 con la implosión del
PSOE maniatado por comunistas y anarquistas, en un régimen de checas. El PSOE
de hoy no puede aspirar a formar parte de unas confabulaciones que sólo tienen
una víctima del tamaño del territorio nacional. Pero el PSOE tiene una inmensa tarea para superar sus propias debilidades que no han sido tan diferentes de las que ahora nos entretienen con el Partido Popular.
Cualquier connivencia,
colaboración o comprensión con este movimiento revolucionario debe ser cortada
de raíz, y si algún día alguien en el Partido Popular pensó que esta maniobra
de diversión de la izquierda le podría reportar algún fruto, que piensen hoy
cuál es el camino al que ellos mismos se dirigen, al desfiladero, del que sólo
podrán salir con menos equipaje y más honestidad.
El tiempo corre para Pablo Iglesias
a medida que ve como el Partido Popular no levanta cabeza y su gran enemigo en
la izquierda puede resurgir de sus cenizas para poner al comunismo de checas en
el lugar del que nunca debió salir, del zulo de sus colegas que arruinaron
durante años la vida de tantos españoles.
No puede haber compasión con quien
tantos males promulga, y más vale a los constitucionalistas que son la gran mayoría,
con todas sus diferencias, ponerse de acuerdo para identificar y eliminar al
enemigo común que es el autoritarismo y el despotismo de esta izquierda radical
que sólo pretende la subversión del país para ponerlo a sus pies.
Pero no será este Partido Popular
de corte frívola y con más millas acumuladas viajando a Suiza y visitando
concejales de urbanismo y constructores que en visitar sus sedes locales y
provinciales, quien sea el que pueda detener esta amenaza, ni quien pueda
representar al centro derecha español, imprescindible para mantener el impulso
económico, social y político de España. Este partido no está habilitado para
detener el secesionismo con el que parece que comparte hasta porcentajes. Sólo
una profunda refundación acompañada de la escoba de Los Sirex que barra todo cuanto
de podrido tiene el partido y elimine las mañas que no son nuevas en la política
pero que en la sociedad de hoy son inaceptables, permitirán devolver la
credibilidad y la confianza a un electorado cada vez más desconectado de las
instituciones a las que acaba culpando de todos sus males, cuando son
precisamente las únicas que pueden salvarnos de estos desalmados.
Si no lo hace, el Partido Naranja
se acabará llevando el gato al agua como ha ocurrido en Francia donde los
partidos tradicionales que han gobernado durante décadas han sido barridos de
las urnas por su propia corrupción e ineficacia. Si el Psoe se equivoca y opta
por su auto destrucción y el PP se empeña en negar la evidencia y opta por
aguantar sin agenda política con la única esperanza de sobrevivir un día más en
el poder para no hacer nada o para controlar los daños de sus propias tropelías,
corremos el riesgo de acabar en manos de los que ambicionan destruir nuestro
modelo de convivencia. A Albert Rivera le falta mucha mala leche y un partido
real detrás para poder competir contra Podemos en un mano a mano, por lo que un
nuevo Partido Popular y un Partido Socialista renovado y anclado en los
principios fundacionales que le llevaron al poder en 1982, son la única línea
de defensa que tenemos contra la Checa. Esperemos que una vez más, como en los
escasos pero necesarios momentos de lucidez que ha tenido este gran país, no se
dejen llevar por el verbo fácil, el maquillaje y el egoísmo y tengan el sentido
de estado que nunca debieron abandonar para mantenernos en la senda de
estabilidad y democracia que hoy está amenaza como en muchas décadas por el
bolchevismo y la corrupción.