Recientemente tres instituciones
de reconocido prestigio en Estados Unidos han publicado conjuntamente un
informe de ocho altos funcionarios civiles y militares de pasadas
administraciones con el sugestivo nombre de “Preserving Ukraine´s Independence, resisting Russian Aggression: What
the US and NATO must do”.
Las conclusiones del informe
básicamente son tres:
B) Lo
que se está produciendo en Ucrania es una intervención militar directa de Rusia
contra un país soberano y sobre el que existen unos compromisos multilaterales
de preservar. La Asociación de madres de soldados rusos habla de quince mil
efectivos rusos dentro del país.
C) Debe
implementarse un paquete de ayuda militar directa a Ucrania para dotarle de
recursos defensivos y logísticos que le permitan hacer frente a la agresión
rusa.
La puesta en práctica de este
tipo de resoluciones, son decisiones que ningún presidente quisiera tomar, ya
que sin duda constituyen un paso cualitativo muy importante en la escalada del
conflicto y con consecuencias muy notables sobre el escenario de seguridad en
Europa. Se trata de la misma situación ya vivida en numerosas ocasiones durante
la guerra fría, de disuasión a través de la combinación de acción militar
controlada con el uso de la amenaza de la guerra total nuclear. En mi opinión,
la verdadera cuestión es saber si estamos realmente ante una nueva guerra fría
con Rusia o si más bien se trata de una cuestión local o puntual y de manera
que podamos buscar oportunidades para seguir confiando en el gobierno de Putin.
El informe establece que no
actuar en el caso de Ucrania de una forma más activa y mantener el régimen de
sanciones económicas lanzaría un mensaje de debilidad ante un país que sin duda
está en una escalada política y militar que va más allá de la cuestión
ucraniana.
En este punto no podemos negar
que el uso de la energía como arma en Europa, no es nuevo por parte de Putin.
El incremento brutal del presupuesto militar en los últimos años, la renovación
y ampliación de misiles nucleares, la adquisición de nuevos aviones y buques de
combate; la concentración de fuerzas en las fronteras occidentales y de las
fuerzas navales en el Mediterráneo y en el Atlántico norte y las casi 150 incursiones
militares aéreas en espacio europeo occidental en 2014 no pueden obedecer sólo
a la cuestión ucraniana. Los movimientos militares y de capacidades denotan un
regreso al escenario de comienzos de los setenta. Las alianzas políticas
impulsadas como el acercamiento económico y energético a China; la invitación
al presidente de Corea del Norte al setenta aniversario en Moscú del final de
la guerra mundial, lo que implicará la ausencia de todos los líderes europeos,
y los lazos con países como Venezuela e Irán, aventuran un nuevo bloque político
militar de una gran fortaleza y claramente hostil al sistema democrático y
liberal occidental, y azuzado por la corriente nacionalista de base religiosa
que conduce a alianzas o acercamientos a países como Grecia y Serbia, incluso
dentro de las fronteras de Europa.
El informe sugiere una ayuda
militar directa que sería de 3.000 millones de dólares, incluyendo material
militar muy significativo como radares antimorteros y de localización de
baterías; drones, contramedidas electrónicas, comunicaciones seguras, vehículos
blindados Humvees y equipamiento médico y logístico. No parecería que este
equipo tuviera ningún carácter agresivo, pero sería decisivo para terminar con
las guerrillas prorrusas localizando sus puntos de fuego de artillería
antiaérea y terrestre. El resto
del trabajo sería fácilmente concluido por la aviación ucraniana que hace meses
que no vuela en el este de Ucrania y los batallones acorazados
Pero ¿Qué reacción deberíamos
esperar a una medida de este tipo por parte de Rusia?. ¿Se va a quedar de
brazos cruzados? Si Rusia interviene de una forma abierta con una ocupación
militar de la zona oriental de Ucrania, creando una república independiente, no
tardaría ni una semana en consolidar una posición militar que supusiera la
división militar del país, mientras que los occidentales discuten sobre la
operación de ayuda y sus límites. Una ayuda militar directa de Estados Unidos y
Europa sería visto como una agresión militar directa que además rompería el
consenso dentro de la alianza y la Unión Europea.
Pero a dónde nos conduce no hacer
nada y dejar que el país se desangre hasta que la ofensiva de los rusos culmine
la ocupación de sus territorios y del corredor sur que permita enlazar de forma
directa a Rusia con los moldavos rusos. ¿Qué mensaje recibirían otros aliados
que se sienten amenazados por las iniciativas políticas y militares rusas? ¿ Se
conformará Rusia con tener una Ucrania occidental enemiga y con lazos
fortalecidos con Occidente a cambio de anexionarse dos pobres regiones
ucranianas?
En mi opinión éste es el peor
escenario para Rusia. Colmar algunas aspiraciones prorrusas en el este de
Ucrania, sin apenas valor estratégico una vez culminada la invasión de Crimea,
para encontrarse con una Ucrania occidental que sería miembro de la alianza
atlántica y que ya estaría con las manos libres para ser equipada militarmente
por Occidente, puede suponer una gran regresión estratégica rusa en Europa y no
la salvaría de las sanciones económicas.
Las sanciones económicas a Rusia quizás
no estén produciendo los efectos perseguidos, pero con semejantes reservas,
todavía tiene un gran colchón, pero la persistencia de las sanciones puede
llevar a Rusia a una profunda recesión en los próximos años, lo que sin duda
pondría en cuestión al régimen de Putin en un país que disfruta del capitalismo
como ningún otro.
Si el régimen ucraniano está
dispuesto a provocar una guerra civil a gran escala para mantener su unidad,
deberá pensar como luego va a manejar un país con semejante fractura. La opción
de una autonomía de las regiones orientales se esfumó con los primeros miles de
muertos. Pretender que las cosas pueden volver al estado anterior es una
quimera.
En mi opinión la convocatoria de
un referéndum en las dos regiones de Donetsk y Luganks admitido por la
comunidad internacional y bajo supervisión, permitiría limitar territorialmente
el conflicto y le dejaría las manos libres a Ucrania para su integración en la
alianza atlántica y reforzar sus capacidades. Putin podría vender su victoria
ante su pueblo, pero sabría que en fondo habría cedido a algo que hasta fechas
bien recientes era una línea roja; acercar la OTAN a las fronteras de Rusia y
nada menos que en Ucrania. Este es el precio que tiene que pagar por tener a
los rusos de Ucrania satisfechos con su independencia o anexión a Rusia. Si con
esta acción otras comunidades rusas en el Báltico o en el sur creen encontrar
una vía a sus aspiraciones para regresar a la casa Rusia, deben saber que con
el reforzamiento de los regímenes y la economía de estos países, no podrá ni
siquiera iniciarse un movimiento de este tipo. Es importante que Occidente
aprenda de los errores cometidos en el Euromaidan para evitar que la situación
pueda deteriorarse en otros estados occidentales.
Si Rusia se negase a un referéndum
bajo estas condiciones, dejaría a los prorrusos en una condiciones de
indefensión que no tienen otra aspiración que preservar su identidad y que poco
le importa lo que haga el gobierno de Kiev. El levantamiento de las sanciones
ligado a la normalidad energética podrían ser consecuencias ulteriores y con
beneficios para todas las partes.
Si Rusia quiere de verdad
abocarse a un escenario de confrontación global, se negará a un acuerdo de esta
naturaleza, y entonces dejará a la OTAN en la necesidad de actuar para disuadir
a Rusia de nuevas acciones militares en Europa, lo que supondría reactivar
viejos planes de defensa antimisiles, el incremento de las sanciones que
ahogarían la economía rusa y el aislamiento de Rusia de las grandes decisiones
económicas internacionales. Rusia no está en condiciones de aguantarle un pulso
a la OTAN salvo que consiguiera un objetivo estratégico y ambicionado desde
1945: fraccionar Europa, infiltrarse a través de los movimientos populistas de izquierdas
en las instituciones europeas, terminar con el consenso europeo y trasladar la
tensión hacia dentro de la Alianza Atlántica. Este escenario es precisamente el
que Estados Unidos y Europa deben evitar de una forma muy activa. Esta es la
principal debilidad occidental ante los diferentes escenarios y donde debemos
ser beligerantes para asegurar la estabilidad en los valores occidentales en
todos los países de este lado del nuevo telón de acero. Hacer concesiones a
movimientos comunistas y filorrusos que no se dieron a los gobiernos
conservadores o socialdemócratas, como está en discusión en Grecia, sería un pésimo
mensaje para mantener la unidad requerida en la Unión Europea.
Rusia debe percatarse que el
lenguaje está en crescendo y que Obama acaba de anunciar un incremento del
presupuesto militar para 2016, precisamente ante este nuevo escenario; si ya se
comienza a hablar de ayuda militar es porque alguien está preparando el paquete
de asistencia, y en este caso Rusia sigue siendo la parte más débil de la
cadena por muchos aspavientos y amenazas que haga, y es la principal interesada
en superar este conflicto y regresar a la estabilidad.
1 comentario:
Interesante análisis y muy oportunas tus fundadas reflexiones sobre esta materia que, a mi me parece que, al menos aparentemente, se está minusvalorando por las autoridades. En cualquier caso, también es necesario poner en relación este escenario con el que, de manera simultanea sea está dando en el norte de África y en Oriente Medio, donde Occidente se ve obligado a realizar un esfuerzo de contención frente al islamismo radical. Europa se puede llegar a encontrar con dos frentes abiertos coincidiendo con un momento de decadencia económica y demografica muy importantes.
Publicar un comentario